Oliva Soto, listo para dar el salto de escala en Sevilla
Gitano de Camas, torero de la dinastía Vargas y en vísperas de alternativa, el novillero sevillano firma, con el mejor lote, los momentos mejores de un festejo interminable
Actualizado: GuardarCon ronca voz reclamó Antonio Nazaré al primero de los cuarenta y ocho novillos anunciados para este año en el abono de la Maestranza. De El Serrano, donde se hierran las reses en el lomo izquierdo o contrario. Procedencia Juan Pedro. Gacho, consentidor. Sueltecito, de abrirse mucho, distraerse un poco y hasta amenazar con irse. Se quedó. Una voltereta le pegó a Nazaré cuando no hubo más remedio. No dio el fuelle más que para dos tandas en redondo y por abajo. Sitio sobrado de torero rodado. De los que torean a golpe cantado. Un muletazo cambiado a dos manos fue de alta escuela. Segura la faena. Una estocada con fe atacando Nazaré en corto.
Todo eso fue prólogo casi breve de un festejo larguísimo. Más de dos horas y media, según moda indesterrable. Dos sobreros hubo, pero ninguno de los dos novillos devueltos se hizo de rogar. La parada de cabestros de la Maestranza, remozada y adiestrada, no perdió el tiempo. El tiempo se fue y gastó en faenas de las de once minutos por lo menos: la de Oliva Soto al quinto de corrida, que fue con diferencia el de mejor son, y además, y con notable diferencia también, la mejor faena de la tarde; y la primera de Juan Luis Rodríguez, hijo de uno de los banderilleros de confianza del gran Dámaso González. De Albacete, como su padre y homónimo. Nuevo en Sevilla.
Lo primero que hizo Juan Luis en Sevilla fue, al rematar un quite al segundo, dibujar media verónica a cámara lenta: poco capote, el vuelo mínimo pero primoroso, limpio y suelto el golpe de muñecas. Se celebró. Apuntes suyos hubo luego, con el capote también, en el saludo del primero de los dos toros devueltos, que salió con una mano rota, y, sobre todo, en el recibo templado del sobrero. Y más apuntes pero no tan afortunados en sus otras apariciones: un quite por chicuelinas al quinto y un medio asomo con el sexto. Los dos novillos de Juan Luis fueron los menos propicios. El sobrero, gruñón, se aplomó al décimo viaje. Al siguiente estaba para el tinte. El sexto estuvo por rajarse. Juan Luis pecó de pegar más de un barrigazo al pasarse el toro.
Por todo un poco, por oficio, genio, presencia y ambición, y porque la parroquia estaba de su lado, el hombre de la tarde fue Oliva Soto, camero de Camas, sobrino carnal del difunto y singular Ramón Soto Vargas, muerto en la propia Maestranza por un novillo del Conde de la Maza hace más de una década. Torero gitano y sevillano. Con aire y estilo particulares. De muy buen gusto. Y, luego, en franco progreso: la colocación, el manejo de los avíos, el sentido del dibujo, la parsimonia. Notable la manera de encajarse, templarse y ligar con el quinto, al que supo esperar y embarcar con calma. Inspiración en los cambios de mano. Faena armada con cabeza y gracia, bonita. Sal con el capote, lucido en el recibo de ese mismo quinto toro. No fue de igual nivel la del primero de lote, que se rebrincaba mucho, pero entonces demostró Oliva Soto que sabe torear con la cintura, rematar con compás. Les pega a los toros más voces de lo que debiera. Está, con todo, a punto. La alternativa, el 22 de mayo que viene y aquí mismo.
Causalidad rara fue que en Sevilla coincidieran cara a cara un novillero de Dos Hermanas -Nazaré- y un ganadero de Dos Hermanas también, Antonio Rubio Macandro, cuyo fue un segundo sobrero mansote, destartalado y bondadoso que sólo protestaba cuando había que trabajar seguido Le tapó la cara mucho Nazaré. Con la cara tapada, medios viajes. Faena de torero puesto. No calentó la parte contraria.