Fallos con remedio
LA GLORIETA La muerte de Mari Luz ha vuelto a sacar a la luz las vergüenzas de un sistema judicial, que necesita con urgencia respiración asistida. Antes de que la intubación sea de por vida, limitando en exceso la capacidad de movimiento de aquellos que velan por nuestras leyes, los gobiernos autónomos que tienen competencia en justicia como es el caso de Andalucía, tienen que incluir entre sus prioridades la inyección de personal y medios. Lo ocurrido con el principal acusado de darle muerte a la chiquilla, con condenas sobre sus lomos sin que nadie lo condujera a la cárcel, es fruto de aquél que está superado por un volumen de trabajo inabarcable.
Actualizado: GuardarLo que ocurre en la trastienda de los juzgados es lo mismo que sucede en los ambulatorios de la red pública de sanidad, donde se limita el tiempo de atención al usuario, olvidando que nadie acude a este sitio por aburrimiento sino por necesidad; algo parecido debe sentir ese profesor de universidad que anhela con una dedicación más enriquecedora hacia sus alumnos, pero cuando superan el centenar es difícil recordar ni tan siquiera el nombre de pila de uno de ellos.
Estos casos resultan sangrantes para la opinión pública, pero sería un buen ejercicio ponerse en la piel de aquel que se ve desbordado, que sabe que la falta de recursos recorta su eficacia y que encima tiene que verse expuesto a la dura crítica de todos. Aquellos que alguna vez hemos creído ver un tercer brazo en nuestro tronco (por aquello de la multitarea obligada) nos sumamos a la impotencia de ese juez o de esos funcionarios, que estuvieron esperando la suplencia de una compañera que nunca llegó, mientras el trabajo se acumulaba en su mesa.