CUARTO DE PALABRAS

El espíritu del trece

Ni siquiera el universo con su infinidad de planetas, sus rutilantes estrellas, sus inmensas galaxias dando vueltas unas sobre otras y todas ellas sobre sí mismas en su insultante sincronía, llega al punto de armonía que un cuerpo cubierto por la sábana y entregado a la deriva de las dulces caricias de Morfeo... Por eso es tan cabrón el despertador cuando suena, por un momento no sabes si sales de tu cuerpo, de la cama o de la galaxia... Eres la nada, no conoces, no te conoces, todo el caos desarraigado por el Big Bang se ceba insidioso y, como acordarte de la primitiva no te lleva sino a más desaliento, te acuerdas de Eva y sus castas enteras con el coño del caprichito de la manzana.

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El sueño... Cuando todavía mi retina guarda el ensueño de Gabriel de Araceli exultante tras los tambores y las piconeras por la calle San Francisco, cuando aún me emociono en sus lágrimas al rasgar el separatista levante la bandera (...que por cierto, a ser prácticos, hubieran hecho una cucaña y entramos en el Guinnes por la puerta grande), oye, patria, mi aflicción: escucho el triste zumbido que se torna cruel ruido antes de que salga el sol, que emite con to sus... el joío despertador. Ya está otra vez la Europa afrancesada mangándonos una hora de sueño; caro nos están haciendo pagar las subvenciones... El lunes madrugón, sin contar con que le echas una cervecita al estómago y te protesta, «Qué café más frío, pisha» (po verá cuando le entre el potaje pensando que es la tostada...)

El fin de toda sociedad política no es otro que el bienestar de los individuos que la componen... vamos, eso decía el artículo trece de La Pepa, y que el objeto del Gobierno es la felicidad de la Nación... pero como doscientos años después lo más parecido es el sorteo de Procasa o las colas de Cristóbal Colón, por lo menos que dejen de cambiar la hora, carajo.