Con los moteros en la salita
La avenida de Arcos es un claro ejemplo de cómo cambia el paisaje urbano de Jerez con la llegada de los visitantes
Actualizado: GuardarCuando se tomó la primera foto en la tarde del jueves, la avenida de Arcos era todavía un remanso de paz sólo perturbado por el tráfico diario habitual. Es decir, nada comparado con lo que se avecinaba para el día siguiente -y aún peor para el sábado y el domingo- en esta zona de Jerez que comunica directamente con la carretera de acceso al Circuito. En la tercera planta de uno de los bloques de la urbanización Nueva Jerez vive Rafael Guerrero, un joven de 32 años, que ya está mentalizado de que no le será fácil conciliar el sueño durante este largo fin de semana. Asomado a su terraza observaba el panorama en la calle convencido de que «a partir del viernes por la tarde esto será como una gran feria».
Rafael asegura que la masificación visitantes y moteros en esta zona es una realidad que empezó a agravarse desde que el pasado año cerraron las calles del centro de Jerez al tráfico de motos. «Se notó muchísimo que la gente se ha venido para acá, esto va a ser una locura». El joven subraya que, al margen de los ruidos, las carreras que los moteros hacen en esta avenida «son un verdadero peligro». Eso sí, también deja claro que «los peores no son muchas veces los viajeros que llegan de fuera, y que suelen ser más responsables. Los que verdaderamente dan la nota y se pasan las horas haciendo caballitos y ruidos ensordecedores quemando rueda son los de la propia ciudad».
El jueves, cuando los moteros aún no habían hecho acto de presencia, Rafael se mostró confiado de que este año el aspecto relacionado con la seguridad estaría más controlado «porque han instalado al menos cuatro badenes enormes por primera vez». «Era necesario -insiste este vecino- porque este tramo de la avenida de Arcos y el siguiente hasta la rotonda de La Granja son líneas rectas que los motoristas aprovechaban para coger velocidad y montar sus exhibiciones».
Sin embargo, ayer viernes lo primero que debió pensar fue «mi gozo en un pozo», y lo siguiente que se pasó por su cabeza fue que «los badenes no van a servir para nada». No en vano, Rafael pudo constatar ayer a última hora de la noche desde el balcón que «las motos siguen pasando por esta carretera a velocidades altísimas, tanto que algunas parece que van a volar cuando atraviesan los badenes, y sus conductores se quedan como si nada».
En este punto, este vecino de la avenida de Arcos hacía ayer hincapié en que lo que debería hacer el Ayuntamiento es «aumentar la presencia de efectivos en esta vía, y en estas zonas en particular». Por el momento, e igual que ocurrió el año pasado, hay al menos dos agentes justo al extremo de esta parte de la avenida, en concreto en la rotonda de Biarritz, que controlan que las motos no accedan a una de las zonas vetadas en la ciudad, la avenida de Lola Flores. «Pero a los que hacen el ganso les da igual, porque por aquí siguen campando a sus anchas», explica Rafael.
José Ignacio Jiménez es otro vecino de la misma planta que Rafael, y que ayer recalcaba que «llevamos todo el día escuchando el ruido de las motos al pasar de ida al Circuito o de vuelta, aunque no todos han llegado aún, ya que cuando la cosa se pone realmente inaguantable es el sábado y el domingo». Y eso a pesar de que José Ignacio tiene instalado en su casa doble acristalamiento en las ventanas.
Este otro vecino añade, además, que el momento del día en el que se hace más insoportable el paso constante de las motos es durante la noche. Siempre hay tráfico, porque cuando no se trata de los que vienen a Jerez desde el Circuito son los que regresan a la zona de acampada junto al trazado después de haber disfrutado de los conciertos o de la oferta de ocio de la ciudad. Y por la noche, con la televisión apagada y el silencio, el rugido de los motores se hace aún más ensordecedor.
Ambos vecinos recordaban ayer el caos en el que se convirtió su barrio el año pasado, y se muestran resignados a que este año, sobre todo a partir de hoy, puede pasar lo mismo. «Estamos hablando de autobuses que no podían circular y a los que golpeaban, botellones entre las muchas decenas de espectadores -las tiendas y supermercados de la zona hicieron su agosto- y mucho ruido hasta que se llegó a un punto insoportable y los antidisturbios tuvieron que intervenir».
Otra cuestión que está garantizada es la aglomeración de personas, tanto moteros como el público en general que se acerca para vivir el ambiente. «No son sólo los motoristas, sino los que se ponen a hacer botellón desde primera hora de la tarde para asistir al espectáculo». Ayer, a última hora de la tarde, la congregación de improvisados espectadores apenas rozaba en la vía una treintena de personas, pero hoy pueden ser muchos más, aunque todo parece más tranquilo este año.
Por último, Rafael sentenciaba: «Que no se te ocurra pasar por esta zona en coche, porque o quedas atrapado o sale dañado».
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