El acusado de matar a Loli Amaya declara que «una mano invisible» le impulsó a actuar
La defensa de Juan Manuel J. S. trata de demostrar que padece un trastorno mental, pero un informe médico sólo confirma un coeficiente medio-bajo
Actualizado: GuardarEl crimen de la colchonería de Chiclana fue obra de una persona aquejada de un trastorno que le impedía discernir el alcance de los hechos. Ésa es la defensa que plantea el letrado de Juan Manuel J. S., el acusado de matar a la joven Loli Amaya y que permanece preso en Puerto II. Su declaración ante la jueza estuvo cuajada de detalles propios de un enfermo con alteraciones psíquicas, pero un informe del centro de salud de La Longuera no refrenda la versión del trastorno mental.
Tras ser detenido, Juan Manuel J. S. reconoció que había entrado a robar a la tienda de la Cuesta del Matadero porque había gastado todo el dinero que había obtenido en su último atraco. Confesó que llevaba consigo el cuchillo de cocina, que posteriormente fue hallado en el río Iro, pero que no recordaba nada de la agresión. En cambio, sí supo explicarle a la jueza cómo la joven se arrastró por el suelo, pidiendo ayuda, después de recibir las tres puñaladas. En ese punto del relato comienzan las aportaciones fantasiosas. El acusado testificó que se fue a su casa a dormir, y en mitad de la noche una mano invisible golpeó su almohada y se despertó. En ese momento, escuchó unas voces que le decían que tenía que deshacerse del arma. Por eso, decidió arrojarla al Iro, donde días después la recuperó la Guardia Civil.
Quemó unos colchones
Ante esta declaración, la jueza solicitó el informe médico que en su día se hizo en el centro de salud de La Longuera. El acusado se sometió a un test psicológico hace tres meses, después de que prendiera fuego a los colchones de un calabozo en su anterior arresto. «Dicho informe sólo indica que presenta un coeficiente mental medio-bajo, pero no hay ni rastro de trastorno», explicaba ayer el letrado de la familia de Loli Amaya, José Luis Ortiz.
Para calibrar aún más, la jueza ha pedido que el forense adscrito a su juzgado revise ese estudio por si hay algún atisbo que consolide un posible trastorno.
La defensa tampoco ha podido demostrar con testigos el estado ebrio que alegó su cliente. Las cuatro personas que lo vieron en un bar momentos antes de que atacara a Loli Amaya niegan, como él declaró, que estuviera borracho.
La instrucción del caso ha entrado en su fase final. Tan sólo queda que la Policía Científica remita los análisis practicados al arma para verificar si Juan Manuel dejó huellas en ella, y un segundo estudio realizado sobre las prendas de la víctima.
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