Solteronas
En una página hipercomercial de Internet he visto un ejercicio curioso: una indagación sobre por qué las mujeres de las series de televisión tienden a ser solteras o a estar solas, incapaces de mantener una relación estable. Es verdad: la protagonista de Anatomía de Grey, Catherine Willows de CSI, Cuddy de House... Se trata en todos los casos de mujeres brillantes, inteligentes, con una vida profesional plena, y todas ellas se caracterizan por comparecer ante el espectador en soledad, «alérgicas a las relaciones estables», como dice esa web. Por desgracia, se queda en la epidermis, no vaya a ser que a alguien le dé por pensar. Sin embargo el asunto merece una reflexión, porque es muy indicativo del tipo de personalidades que la televisión propone como modelos a la sociedad.
Actualizado: GuardarUna dimensión del argumento es la interpretación feminista: la mujer, para ser libre, tiene que desligarse de ataduras que no sean las del éxito personal y profesional. Uno de los tabúes de la cultura social contemporánea es justamente ese de la supuesta superioridad de la mujer sola: si uno discute que el estado ideal de la triunfadora es la soledad afirmativa, se expone a que le llamen reaccionario, y de poco sirve añadir que tampoco el varón que triunfa en solitario tiene por qué ser envidiable. Parece que mirar con desconfianza esa figura de la mujer sola es infligir un desprecio a la condición femenina en general. Lo que es discutible, no es tanto la circunstancia de que el solitario sea mujer o varón, como el hecho de que comparezca en soledad radical, dando a entender que el triunfo -social, profesional, etc.- es incompatible con una vida familiar o comunitaria concreta. Y es que lo mismo les pasa a los personajes masculinos de todas esas series: Grissom, Caine, Malone (Sin rastro) o House son individuos que no tienen más vida que la profesional. El modelo que se propone a la gente es cristalino: un puro individualismo donde el éxito es incompatible con cualquier relación estable con el prójimo. Esa entrega absoluta a la función laboral se identifica con la emancipación del sujeto. Ya lo había visto Jünger en El Trabajador. La pregunta es marxiana: mientras nos vamos emancipando a fuerza de trabajar, ¿quién se queda con las plusvalías?