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Adivinos

Lo mejor de una jornada electoral no es, y ya es, la fiesta democrática de ver a todo el mundo votando con todas sus fuerzas, ni tampoco, que también, la alegría de los que ganan. Lo mejor es, sin duda, que hasta dentro de cuatro años no volverán a darnos coba con encuestas sobre intención de voto.

RODRIGO SÁNCHEZ GER
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Resulta increíble que nunca consigan acertar, y no me refiero a los ejercicios cabalísticos denominados sondeos de opinión realizados tres semanas antes de las elecciones, sino a las encuestas que se realizan a la salida de los colegios electorales el mismo día de las votaciones. Da fatiga ver como se equivocan.

Predecir el futuro siempre ha sido cosa de oráculos y chamanes. Sin embargo a lo largo del siglo XX la sociedad fue experimentando una necesidad creciente de conocer el futuro en todos los aspectos de la vida. Los oráculos se vieron desbordados, pero sobretodo comprendieron que les faltaba la respetabilidad que les otorgaría dotar un aura de cientificidad a su quehacer. Fue así que debió surgir el inefable mundo de las encuestas convirtiendo su videncia en ciencia.

Es de maravilla ver la afición que existe por las encuestas, para todo hay que hacer una: desde para saber cómo le gusta a la gente pasar sus vacaciones, hasta para conocer con qué frecuencia el personal consigue bailar el chiki-chiki. Pero mientras no inventen un método infalible para detectar las mentiras no servirán de mucho, porque encuesta y trola como que van de la mano. Las contamos cuando nos preguntan por la edad, cuando lo hacen sobre nuestro sueldo o cuando nos interrogan por los metros cuadrados de nuestra casa. Bueno en general en el tema de medidas se fantasea mogollón.

En fin, si cuando llegan las elecciones las empresas más potentes del sector con todos los medios a su alcance, no solo no aciertan, sino que ni siquiera coinciden en el error, ¿Qué credibilidad tiene algo que preguntando lo mismo a la misma gente ofrece resultados tan dispares? Si esto es así tratándose de encuestas electorales, imagínense la credibilidad del resto.