Editorial

Vivienda deprimida

El descenso interanual de un 27,1% en la compraventa de viviendas en España, unido a la reducción en enero de un 3,08% en el importe de las hipotecas con respecto al mismo mes de 2007, acredita no sólo la desaceleración que había comenzado a sufrir el sector inmobiliario el pasado año. También que ese retraimiento se está produciendo de manera más rápida y pronunciada que lo que se preveía como un necesario y razonable aterrizaje. Aunque el balance del INE de 2007 ya reflejaba una caída de las transacciones del 6,7%, la cifra de nuevos pisos hipotecados superó los 1,2 millones, reflejo aún del pujante negocio que había convertido a la construcción en un motor esencial de la economía española. El desplome de los últimos meses pone de manifiesto la profundidad del reajuste, que no sólo está ahuyentando del mercado a aquellos inversores que ya no ven satisfechos sus intereses. También lo está haciendo con quienes han visto notablemente endurecidas las condiciones con que los bancos están dispuestos ahora a financiar las hipotecas, que, a pesar de la moderación de los precios, mantienen su carestía por efecto de un euríbor que no deja de repuntar.

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El abrupto recorte registrado en las compraventas, pero también el hecho de que el capital prestado se rebajara en enero un 28%, demuestra las dificultades existentes para poder suavizar las consecuencias del final de la burbuja inmobiliaria. Especialmente cuando éste no se ha desencadenado únicamente por la inevitable modulación de un sector exprimido al límite, sino en coincidencia con una inédita crisis financiera que ha sembrado la desconfianza entre las entidades bancarias y ha restringido bruscamente el crédito a las constructoras y a los potenciales compradores. Los graves apuros que atraviesan varias relevantes compañías inmobiliarias y, sobre todo, el negativo efecto que está ejerciendo ya la ralentización en un área de actividad que da empleo al 15% de la población activa hacen difícil que el Gobierno pueda sustraerse a una crisis que se proyecta sobre el conjunto del sistema. El Ejecutivo tiene en su mano arbitrar medidas para tratar de facilitar la recolocación de los trabajadores que pasen a engrosar las listas del paro -parte de ellos, ciudadanos inmigrantes con una limitada cualificación profesional-, además de promover obra pública a fin de propiciar el reacomodo del sector. Pero también es su responsabilidad la reconsideración de un modelo que ha generado una anómala multiplicación del número de propietarios con la vida hipotecada a largo plazo. Lo que significa no reincidir en aquellas iniciativas, como las desgravaciones fiscales por adquisición de vivienda, que han ayudado a aligerar las cargas de las economías domésticas, pero a costa de contribuir a un boom basado en la construcción intensiva y los precios abusivos que ahora exhibe sus riesgos.