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'Azkona'

Hay homenajes que casi es mejor no prestar, porque dañan al homenajeado. El martes desayunábamos con la noticia de la muerte de Rafael Azcona, de forma unánime considerado como el guionista más característico e influyente del cine español en el último medio siglo. TVE, acertadamente, reaccionó y modificó su parrilla. Sustituyó la película anunciada (una americana) por otra española con guión de Azcona. Pero, erróneamente, escogió una película que en modo alguno no hace justicia al escritor: La niña de tus ojos. En la trayectoria de Azcona hay títulos que por sí solos bastarían para ponerle un pedestal: con el italiano Marco Ferreri, aquellas lecturas morales de la España del franquismo que fueron El pisito y El cochecito, basadas en sendas novelas del guionista; con Luis García Berlanga, títulos que van desde los clásicos Plácido y El verdugo hasta La vaquilla; con Cuerda, una preciosidad como El bosque animado, sobre la novela de Fernández Flórez. Con Trueba, la segunda película española que obtuvo un Óscar, Belle epoque, cuyo guión también recibió un Goya. Cualquiera de estos filmes hubieran representado un dignísimo homenaje a Rafael Azcona, una despedida a la altura de lo que este hombre ha significado para el cine.

JOSÉ JAVIER ESPARZA
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Pero no: TVE fue a escoger La niña de tus ojos, esa astracanada tragicómica sobre las desventuras de una troupe española y cañí en la UFA de la Alemania hitleriana. En su día (1998) se llevó varios Goyas, incluido el de mejor película, pero no ciertamente el de mejor guión; una idea que no era en realidad de Azcona sino que lo firmaban también David Trueba, Manuel Ángel Egea y Carlos López. ¿Era al menos una película por la que Azcona vaya a ser recordado? Tampoco, a pesar de sus premios. Se trata de una película española más, entretenida pero sobrevalorada, que pierde peso cada vez que pasa por televisión. Para medir el peso de Azcona en nuestro cine, es tan poco relevante como las últimas obras en las que colaboró: El paraíso ya no es lo que era o La marcha verde, las dos bastante abominables. Rafael Azcona se quejaba con bastante frecuencia de que, cuando veía las películas, no reconocía en ellas lo que había escrito.