El péndulo de Esquerra Republicana
LLa renuncia de Josep Lluís Carod-Rovira a optar a la presidencia de ERC en el congreso que el partido celebrará en junio evidencia no sólo la entidad de la crisis abierta en las filas republicanas tras pasar de ocho a tres escaños en el Congreso, sino el personalismo con el que se está dirimiendo su futuro político. La justificación de Carod de su abandono como un gesto para favorecer un proceso de renovación interna queda en entredicho ante su aparente estrategia de dejar la dirección a cambio de reforzar sus opciones para repetir como candidato a la Generalitat. Su actitud viene a suponer el reverso de la protagonizada por su gran rival, Joan Puigcercós, quien a las pocas horas de consumarse el descalabro en las urnas salió del Gobierno para dedicar todos sus esfuerzos al liderazgo del partido.
Actualizado: GuardarLas luchas intestinas en ERC constituyen así el reflejo de los obstáculos a los que se están enfrentando los republicanos para definir y afianzar su proyecto, pero también han contribuido a enmascarar la gravedad de esas dificultades. Aunque tanto Puigcercós como Carod se han empleado en desligar los problemas internos de la gestión de la Generalitat, es evidente que el porvenir del tripartito despierta cuando menos incógnitas tras la pérdida de votos sufrida por los dos socios menores de los socialistas y la resistencia paralela mostrada por CiU. Esquerra debería cuestionarse por qué dos logros tan notables como su incorporación al Gobierno catalán y la influencia alcanzada en el Congreso en la pasada legislatura han acabado redundando en un desgaste electoral tan acusado de su alternativa política. Porque la disyuntiva para ERC no parece estar tanto en acentuar o no su perfil independentista, como en apostar decididamente o no por su compromiso como fuerza institucional frente a los resabios contestatarios del pasado.