La guerra inter-chií
Parece estar en marcha el ideal táctico y estratégico norteamericano en Irak: que los chiíes se maten mutuamente, que ganen los chiíes buenos (los del clan al-Hakim, Consejo Supremo Islámico) y que los sunníes, depurados y constructivos, sean recuperados para la vida institucional. La embrionaria guerra civil interconfesional en Irak exacerbada por la invasión norteamericana alcanzó ayer un punto crítico con la gran operación militar y policial del Gobierno en Basora contra la corriente chií sadrista, el llamado Ejército del Mahdi cuyo jefe político es el joven Moqtada al-Sadr, último vástago de una legendaria familia de ayatollás. Era imposible al final del día cifrar el número de víctimas, elevado sin duda. El primer ministro, Nuri al-Maliki (él mismo chií, pero del segundo partido de la comunidad, Al-Dawa), y sus ministros de Defensa e Interior llegaron a la gran ciudad del sur para supervisar en directo la operación, precedida del toque de queda. Basora estaba casi fuera del control del Gobierno, tras la salida de las tropas británicas en diciembre.
Actualizado: GuardarFormalmente, el Gobierno central cumple con su deber. Pero, de hecho, se trata de un intento de debilitar al movimiento sadrista en beneficio del Consejo Supremo, que también tiene un ala militar, la 'Brigada al-Badr', oficialmente disuelta y, en realidad, reubicada en los servicios de seguridad e inteligencia, cuyo control está en juego. Abdelaziz al-Hakim, hombre discreto y que aparece solo lo justo en los medios, podía haber exigido la jefatura del Gobierno pero prefirió dejárselo a Al Dawa, primero con Ibrahim al-Yaafari y ahora con Nuri al-Maliki, mientras él y antes su hermano Mohamed Baqr, asesinado en 2003, se dedicaba a reforzar a la nueva Al-Badr y a controlar los aparatos de seguridad. El riesgo ahora es que el sadrismo, con una treintena de diputados y una aguerrida base social (controla el oeste de Bagdad) juegue su gran baza: que cancele su alto el fuego, prorrogado el mes pasado por otros seis meses para alivio de los norteamericanos, que lo reconocen como la razón principal para explicar el descenso de la violencia en los últimos meses.