Aportación singular
Son muchas las deudas que tiene la cultura española con Rafael Azcona. La primera, su decisiva colaboración en la superación del cine nacionalista y patriotero que dominaba en la posguerra española. También, su perfecta importación de ese sarcasmo antiburgués italiano, cuya asimilación en España tuvo una formidable mezcla con el humor vanguardista que derivaba de Ramón Gómez de la Serna.
Actualizado:Con esos antecedentes, Azcona siempre se situó mucho más cerca del cosmopolitismo del 27, que del casticismo del 98. De ahí que sus guiones fueran costumbristas pero no sainetescos, más irónicos que jeremíacos y, por supuesto, más caricaturescos que realistas.
En otras palabras, es verdad que Azcona denunció las miserias morales entonces imperantes, pero siempre desde una proverbial ironía negra y española, entroncando con el mejor humor reflejado en las comedias populares de Neville, Tono, Mihura o Jardiel.
Obviamente, los tiempos de Rafael Azcona fueron diferentes a los de estos últimos, como distintas fueron las necesidades que le impusieron los directores con los que trabajó. Eso explica, como es el caso de sus últimas películas con Berlanga, que poco a poco pasará del fino humor nostálgico a otro más grueso que se asimilaba al de los ninots de falla valenciana. En todo caso, ya fuera con Berlanga, Saura, Cuerda o Trueba, su trabajo permanecerá como un capítulo fundamental y necesario para explicar la historia del cine español.