Diez años por todo lo alto
Una década después de que Viagra irrumpiera en el mercado, 35 millones de hombres de todo el mundo han encontrado en la píldora azul la panacea contra la disfunción eréctil
Actualizado: GuardarInsistía Marilyn Monroe, en Los caballeros las prefieren rubias (1953), en que un diamante es el mejor amigo de una mujer. Seguramente tenía razón, pero la sexy rubia difícilmente podría imaginar por aquel entonces que otros pequeños diamantes, éstos de color azul, se convertirían en compañeros inseparables de muchos hombres. Desde la aparición del Viagra hace ahora diez años, la vida sexual de infinidad de parejas ha cambiado de manera espectacular. El medicamento contra la disfunción eréctil lanzado al mercado por la empresa Pfizer en 1998 cuenta hoy con más de 35 millones de satisfechos usuarios en todo el mundo y ha dejado de ser visto como un fármaco milagroso para personas de avanzada edad para convertirse en el seguro de muchos hombres preocupados por no dar la talla en ocasiones especiales.
«El Viagra contiene un principio activo, el sildenafil, que actúa como un imán para el riego sanguíneo», explica el andrólogo Roberto Lertxundi. «Por ello provoca un efecto vasodilatador del que resulta una erección continuada en el tiempo. Es eficaz y seguro, como demuestra que el número de implantes penianos que se realizan se haya reducido a la tercera parte».
Junto a su colega, el ginecólogo José Gurrea, Lertxundi fue uno de los primeros profesionales en recetar Viagra. «Lo traíamos de Gibraltrar», recuerda Gurrea. «Fuimos de los primeros en experimentarla». «Realizamos un estudio con nuestros propios pacientes y en general la respuesta fue muy satisfactoria».
Tanto el Viagra como otros medicamentos parecidos que surgieron posteriormente -Cialis o Levitra- no sólo han contribuido a solucionar impotencias de origen físico, sino también psicológicas. Hay varones que, por mucho que intentan dejar los problemas del trabajo en la oficina, se llevan el estrés a la cama, con la consiguiente merma en su vida sexual. «Mucha gente joven nos pide que se lo recetemos», asegura Lertxundi, quien opina que el uso de Viagra es ya una práctica completamente normalizada.
Cuando la Administración de Fármacos y Alimentos de Estados Unidos (FDA) autorizó la venta de las pastillas azules de citrato de sildenafil, el 27 de marzo de 1998, muy pocos estaban dispuestos a reconocer que echaban mano de ellas, a pesar de que la disfunción eréctil sea un problema fisiológico que afecta, según su fabricante, a más de la mitad de los hombres de entre 40 y 70 años de edad. Incluso se popularizó la idea de que su consumo podría provocar una parada cardiaca. «Como con cualquier otro medicamento, debe ingerirse bajo supervisión médica -aclara Lertxundi-, pero es absolutamente seguro, no tiene efectos secundarios peligrosos y las muertes en personas con disfunción cardiaca que se produjeron en Estado Unidos durante los ensayos clínicos, que es cierto que existieron, no eran exactamente achacables al medicamento. El problema viene de la actividad, de poner a más de 150 pulsaciones por minuto un corazón que no funciona correctamente». Según la multinacional farmacéutica, el medicamento puede provocar dolores de cabeza, humedad nasal, pérdida transitoria de la visión y la audición, así como mareos. Tampoco se debe recetar en dosis altas (más de 25 mg) a hombres de más de 65 años con problemas renales o hepáticos graves.
España se ha ido desvistiendo de sus tabúes sexuales y del uso cuasi clandestino de esta píldora como solución a un problema de salud que el macho ibérico veía como una maldición bíblica, por más que su causa estuviera en una diabetes, un accidente o una cardiopatía aún por desarrollar. «Es la revolución del Viagra», proclama el doctor Brian Klee, responsable del fármaco en Pfizer, empresa que recaudó el pasado año 1.764 millones por la venta de la pastilla.
«Mejorar prestaciones»
El Viagra es tan popular que los especialistas no dudan en hablar ya de un uso lúdico, a menudo añadido a otras drogas. «Fuera de sus indicaciones, hay quien lo utiliza para mejorar sus prestaciones», apunta Roberto Lertxundi. «Estamos ante una sustancia que sirve para superarse, por lo que tiene su faceta recreativa, pero tampoco debe tomarse a broma. Hay quien la emplea para evitar los efectos provocados por otras sustancias durante la noche».
La sociedad avanza, pero todavía perdura la necesidad de quedar bien, cueste lo que cueste. Que no es poco, pues el Viagra no resulta barato ni lo cubre la Seguridad Social. Cuatro comprimidos de 50 miligramos cuestan 44,80 euros en la farmacia; y quien necesite una dosis más fuerte deberá desembolsar 51,73 euros por cuatro pastillas de cien miligramos.También hay quien acude al mercado negro de internet, aunque se arriesga a recibir contra reembolso un falso medicamento, sin otros efectos que los de un placebo o, peor aún, con componentes tóxicos.
Klee justifica estos precios en la elevada inversión en investigación, pero también pone en la balanza los efectos psicológicos del fármaco al eliminar el estigma de la impotencia. «Ayudó a mejorar las relaciones de la pareja, a reforzar la autoestima del hombre y a combatir su depresión», enumera.
Más aún, investigaciones de Pfizer las han demostrado que la disfunción eréctil es, con frecuencia, síntoma de otros problemas de salud, como diabetes, altos niveles de colesterol y problemas cardiovasculares. «Puede ser una señal de advertencia. No se sabía, pero ahora es un hecho establecido y aceptado», señala Teresa Griesling, del equipo de Klee.
Diez años de después de su aparición, las pastillas se han convertido en joyas para millones de parejas que habían dejado de funcionar.