Rumor de ángeles
Preguntado un viejo párroco sobre los motivos por los que abría a diario su iglesia cuando no iba nadie, sereno, contestó: no quiero que en mi pueblo desaparezca el rumor de ángeles. Enhorabuena, hermandades y cofradías gaditanas, porque estáis manteniendo en medio de nuestro pueblo la presencia del Misterio de Dios encarnado.
Actualizado: GuardarEn estos momentos de fuerte secularización, es decir, de alejamiento masivo de personas de la creencia religiosa y de organización de la existencia al margen de Dios, fenómeno solamente europeo ya que en el resto del planeta las religiones están en buena forma, me impresionan enormemente las manifestaciones de la religiosidad popular en las calles. Son cuanto menos paradójicas.
Es significativo que las regiones de España con Semanas Santas más importantes, Andalucía y Castilla León, sean las que en los estudios sobre la práctica sacramental y la autovaloración de fe de los ciudadanos den los índices más altos de vivencia cristiana. Estoy personalmente convencido que esto tiene que ver con la religiosidad popular y por eso, de nuevo, hermanos cofrades: ¿felicidades y gracias!
El fenómeno cofrade deja un poso en muchas personas, una especie de sustrato religioso, sobre el que luego es más fácil construir una vivencia religiosa formada y que toque todos los aspectos de la existencia. Dicho de otra manera, en los niños madrileños, que viven en una ciudad fuertemente secularizada, es más difícil que fructifique la semilla de la fe que se siembra en ellos que en un chiquillo andaluz que vive ya, desde el inicio de la cuaresma, imbuido en un ambiente de religiosidad muy intenso. En Andalucía se ha dado un fenómeno muy interesante de encuentro entre fe y cultura de modo que la Semana de Pasión se vive como algo significativo para un número importante de personas. Esto da continuidad con la fe de nuestros mayores, que nos enraíza en nuestra tierra y en su cultura y que es fuente de sentido y de experiencia.
En tiempos como el nuestro de crisis generalizada de sentido es tarea fácil analizar la realidad y encontrar las carencias de nuestras instituciones y planes pastorales y, en general, de la vida social. Creo que una gran mayoría de nosotros estaría de acuerdo en afirmar algunos de los límites de buena parte de nuestras cofradías: vivencia puntual de la fe (sólo en Semana Santa), poca inserción en la vida de las parroquias o comunidades cristianas, baja participación en la misa dominical, escasa formación de sus miembros, etc...
En estos momentos áridos y apasionantes, lo realmente decisivo para la Iglesia es el anuncio del Evangelio. Y creo que en las hermandades y cofradías hay un potencial extraordinario que no debería ser infravalorado. No me parece inteligente desperdiciar energías en polémicas estériles sino, por el contrario, necesitamos personas en la Iglesia local, en las cofradías, en la vida religiosa que en diálogo y respetando la legítima autonomía de cada instancia dialoguen y abran caminos nuevos al servicio de la fe.
Bajo mi capirote y mi antifaz he fijado la mirada en el Señor y en María Santísima y también en los hombres y mujeres que han inundado nuestras calles en los últimos días. Como miembro de la vida consagrada quiero ser fiel al lema de nuestro último congreso internacional: «Pasión por Cristo, pasión por la humanidad». Cuando escuchaba en las plazas gaditanas a un padre o a una madre de familia susurrar a su criatura «mira, pasa el Señor» me conmovía. Ojalá nuestra Semana Santa contribuya a hacer nacer a Jesucristo, Hijo de Dios y de María en el corazón de muchos.