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Opinion

Flores Domínguez

Un venturoso día llegó a Puerto Real desde tierras onubenses una de esas personas que están llamadas con su sola presencia a sembrar la concordia, la alegría, en los más diversos ámbitos que tienen la fortuna de acogerla: Flores Domínguez, con sus valoradas cualidades personales, simpatía, bondad, laboriosidad y una personalidad carente de la indeseada doblez. Flores, que no busca la relevancia ni el vano protagonismo por su sencillez inmarcesible desde su quehacer de ama de casa, además de esposa y madre y su singladura no menos importante de profesora de Secundaria, pidiéndole al Señor como Gabriela Mistral en su Oración de la maestra el «poder amar y defender como ellas lo que no es carne de mis carnes, mi verso perfecto». En su poco tiempo libre aún tiene tiempo de ofrecernos sus pregones, como el dado en su exaltación de la saeta en la peña Canalejas de Puerto Rea,l y recitales en prosa o verso, ambos de una acusadísima sensibilidad, sin anhelar jamás el aplauso fácil, sin aportar el menor asomo de sensacionalismos rebuscados e intencionados. Flores Domínguez ha descrito ya en sus jóvenes años una indeleble huella en quienes tuvimos la grata ocasión de tratarla día a día, año a año. Y es que afortunadamente hay personas que gozan haciéndonos más llevadero el mundo que nos tocó vivir por su innata nobleza, y que ella supo en todo momento irradiar con toda naturalidad, muy habitual en quienes merecen ser denominados con una tan explícita como concisa frase: «¿Qué buena gente es!», quien como es su caso se dispone a obtener un doctorado universitario, tras haber logrado otro no menos importante, el de ser querida por sus convecinos.

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Alfonso Aguirre. Puerto Real.