MUNDO

Octogenarias contra la guerra

Miles de personas se concentran en el arsenal nuclear británico de Aldermaston para conmemorar el cincuentenario del movimiento pacifista

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«CUANDO la bomba de Hiroshima estalló en 1945, yo tenía 16 años. La noticia me horrorizó, sentí que el mundo era un lugar hostil, cruel. Y continúa siéndolo. Por eso estoy hoy aquí», explica Alice, una encantadora señora de 79 años ataviada con un colorido gorro de lana, que comparte un termo de té caliente con sus dos amigas, Helen, de 81 años y Jane, de 80. Están sentadas en unas sillas plegables que han traído desde Bristol, al sur de Inglaterra. Combaten el tremendo frío con la infusión y la insustituible calidez que ofrecen los encuentros entre amigos. Jane sostiene orgullosa una gran pancarta bajo el lema 'Construye la paz, rechaza la guerra'.

Han pasado cincuenta años desde aquella primera marcha histórica contra la proliferación de armas nucleares, la que vio nacer al movimiento pacifista en el Reino Unido. El aniversario del mítico encuentro se celebró ayer en el mismo lugar que en 1958, muy cerca de Aldermaston, un idílico pueblecito de casas granates y jardines perfectamente cuidados situado al oeste de la capital británica. A pocos kilómetros de la bonita villa se encuentra el mayor centro de investigación y producción de armamento nuclear del país. Unas vastas instalaciones de hormigón, cercadas por una alambrada de cinco kilómetros.

Antiguos universitarios

Miles de manifestantes, venidos de todos los rincones del Reino Unido se congregaron frente a las instalaciones, a lo largo de la valla protectora, para celebrar la conmemoración. Algunos de ellos ya habían estado allí en 1958. Entonces eran universitarios, ahora superan los 70 años. Pat Arrowsmith, de 79 años, fue una de las organizadoras de la marcha. Lo ha vuelto a ser en esta ocasión, como miembro del CND-Campaign for Nuclear Disarmament (Campaña para el Desarme nuclear). Aunque mucho han cambiado las cosas desde los tiempos de la guerra fría y su despiadada carrera armamentística, Arrowsmith está convencida de que «todavía hay motivos para protestar». «En Aldermaston, se construye una nueva generación de armas nucleares y el Gobierno británico aprobó el año pasado un plan para ampliar la flota de submarinos con capacidad nuclear».

Aunque los rostros de muchos de los participantes delataban los largos años de experiencia acumulados, no faltaba la presencia de savia nueva, divertidos grupitos de adolescentes que con sus disfraces, canciones y gritos daban un toque carnavalero a la congregación. Se habían transformado en criaturas extrañas, en graciosas mariposas de alas blancas y medias ralladas, o en curiosos soldados de pelucas azules, que hacían carantoñas a los serios, impasibles, policías (estos de verdad), vigilantes del complejo industrial.

Las personalidades invitadas al evento se trasladaron en un escenario móvil, recorriendo el perímetro del complejo industrial y ofreciendo apasionados discursos frente a los diferentes puntos donde se concentraban los manifestantes. La famosa diseñadora Viviene Westwood animó al público a «participar», dentro de las posibilidades de cada cual, en la construcción de un mundo mejor, ante la «grave crisis ecológica que vive nuestro planeta». El diputado laborista Jeremy Corbyn denunció la «hipocresía del Ejecutivo británico, que ha emprendido guerras contra otros países por supuestamente fabricar armas nucleares, cuando la amenaza atómica se encuentra mucho más cerca, justo delante de nosotros».

John Mcdonald, también diputado laborista, se refirió a la próxima visita del presidente francés, Nicolas Sarkozy, a Londres, prevista para mañana y el jueves, y al acuerdo entre ambos países para construir una nueva generación de centrales nucleares.

«Ya conocemos el estrecho vínculo entre el desarrollo de la energía nuclear y la producción de armas atómicas. En estas instalaciones en las que nos encontramos ya se está construyendo nuevo arsenal, que amenaza el futuro de las nuevas generaciones. No vamos a permitirlo», vociferó.

El momento más emotivo de la jornada se produjo a las dos y media de la tarde, cuando los participantes rodearon con un cordón humano los cinco kilómetros de perímetro del complejo industrial. Entonces tuvieron lugar 'los minutos del ruido'. Todos gritaron, cantaron y silbaron al unísono.