Alonso-McLaren, un pleito sin fin
El español y su ex equipo muestran sin disimulos que están encantados de haberse separado Ron Dennis celebró por todo lo alto el adelantamiento de Kovalainen a Alonso en Melborune
Actualizado:Encantados de haberse conocido e igualmente encantados de haberse separado después de un año de convivencia. En el mundo de las relaciones sociales de la Fórmula 1, del cinismo de lo políticamente correcto a todas horas, Fernando Alonso y, en menor medida McLaren, han decidido no mentir. Rompieron su contrato un viernes de noviembre y en el reencuentro no hay flores. Todo lo contrario. Se han transformado en Madrid y Barça, la ley deportiva según la cual siempre se quiere que pierda el otro.
Ron Dennis no lo pudo disimular. En la apertura del Mundial, últimos kilómetros del gran premio de Australia, Kovalainen lanzado a bordo de un MP4/24 que vuela, rebasó a Alonso con un chasquido de dedos. La reacción del patrón de Woking fue captada por un realizador ágil. Puño arriba, prieto, celebración socarrona, pelín rabiosa.
La cuestión voló, claro, a toda velocidad hasta el centro de operaciones de Alonso, que con su sarcasmo habitual, dejó el primer lingote de este pleito sin fin. «Lo que no enseñó la tele fue su reacción posterior». El asturiano adelantó a Kovalainen por talento y no por velocidad, apurando el freno en una curva a derechas.
Llegó el siguiente fin de semana. Malasia, el aquópolis de Sepang, una sauna de vapor con derecho a correr por el asfalto. El calor tiene estas cosas, altera los ánimos. Alonso emprendió esta vez el galope sin esperar la lanza de su siempre enemigo Ron Dennis. Habla el español tal y cual en jueves de circuito. Charla en inglés, en italiano, en castellano, en todo aquel idioma que le pongan delante. La parroquia periodística asiste bostezante al ruego de explicaciones, las cuitas del R28, las disquisiciones de válvulas, motores y neumáticos. En una de esas, Alonso se arranca. «Claro que toca sufrir este año, pero menos que el año pasado».
Segundo rejón a McLaren en siete días. El piloto doble campeón del mundo y su antigua escudería rubricaron un acuerdo de separación según el cual ninguno de los dos podía mencionar al otro, ni para bien ni para mal, en una cláusula de confidencialidad que abarcaba el periodo hasta el 31 de diciembre. Alonso no se refirió a McLaren en ese tiempo y tampoco el equipo inglés a la inversa. Cumplida la cláusula del contrato, la veda se ha abierto.
Un trío de periodistas españoles saludan a empleados de McLaren. Cortesía de rigor, ¿cómo estás?, cuanto tiempo sin verte, ¿has crecido, ja, ja, ja? ¿Y qué, mejor sin españoles? La pregunta cae sin malicia, respuesta chisposa «por supuesto que no, of course», y a otra cosa, mariposa. Casualidades de la vida, el trío se adentra al día siguiente en el pabellón McLaren, puro olfateo periodístico, y pide unos cafés. La respuesta desconcierta en este mundo de amabilidades forzadas por el interés, te quiero Andrés. «Sólo para invitados, lo siento. No hay cafés».
La sorna se transmite de bando. ¿Qué pasa, Ron se aburría en su casa y por eso ha venido a Malasia?, vuelve una pregunta al hilo de la supuesta destitución de la patrón McLaren por cuenta de Mercedes.
Pero, después de todo, es Alonso quien contesta con mayor claridad. Viernes por la tarde, también al final de otra sesión plana de ruedas de Prensa multilingüísticas de parte del asturiano. La televisión italiana pregunta sin mucha esperanza de éxito. ¿Si no gana Renault, quién prefieres? Y Alonso clava la última: «Prefiero que gane Ferrari el Mundial a que lo haga McLaren». Resumen de la situación.