HITO. Andrés Rábago es un reconocido viñetista. / LA VOZ
Cultura

El Roto busca la luz que guardan las cosas en la Casa Pemán

El artista, conocido por sus ácidas viñetas, trae a Cádiz óleos y dibujos que exploran la cara oculta de la realidad

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Andrés Rábago El Roto es uno de los viñetistas más ácidos del panorama nacional. Sus dibujos, críticos hasta la angustia -cargados de humor negro, pero también de aflicción y desconsuelo- aspiran a contener la quintaesencia de verdades que no pueden expresarse de otro modo. Menos conocida, aunque igual de rica, válida y eficaz, es su faceta como pintor, muy difícil de encuadrar en una tendencia precisa, pero que se mueve entre lo surrealista, lo simbolista y lo filosófico, siempre con el afán de trascender lo superficial y explorar la luz y la otra verdad que guardan las cosas.

A partir de hoy, y hasta el próximo 27 de abril, la Casa Pemán acoge, gracias a Cajasol, la muestra La fiebre del oro, en la que El Roto se desplaza «por un plano de conciencia más contingente y colectivo y se desliza por un nivel de conocimiento superior mucho más silencioso y cósmico», según explica el comisario de la exposición, Felipe Hernández Cava.

Las obras de Rábago recurren a imágenes arquetípicas, que forman parte de nuestro subconsciente y que se convierten, bajo su pincel, en una fuente exclusiva, distinta, de comunicación, sobre todo de sentimientos e intuiciones.

La luz es el otro elemento característico del pintor: la luminosidad que llega hasta lo más hondo de las conciencias para ampliar «el campo de nuestras entumecidas percepciones». Esa luz transformadora que pretende llevarnos más allá de lo que las cosas parecen, para hacer que el espectador contemple la «ubérrima realidad» que ocultan.

Los espacios de paso (puertas abiertas al mar, ventanas y acantilados), artistas farsantes, ladrones de luz, escenas domésticas, artesanos, cazadores y pasajeros se suceden en estas estampas que animan a adentrarse en un universo tan múltiple como transitorio.

Rábago ha reconocido en más de una ocasión que le hubiera gustado ser un pintor de iconos, inmerso en los misterios, para «a partir de ese conocimiento y experiencia, adquirir la capacidad de descubrir toda la belleza del orden exterior y poder entonces plasmar mi respuesta ante la misma». Una intención que le hace superar las visiones de Blake (con quien guarda ciertas similitudes, sobre todo en la representación de personajes), y también de los artistas metafísicos.

Un reto, en toda regla, a todo lo que marca la razón y el instinto; un órdago que busca enfrentar lo que estaba fuera de la caverna de Platón y reivindicar que esa «facultad superior de discernimiento priva a los hombres de descubrir la verdadera sustancia de las cosas».

dperez@lavozdigital.es