CORNADA. Julio Aparicio en las astas del primero. / EFE
Sociedad

Julio Aparicio resulta corneado grave y Morante 'huye' de la Ventas

El matador presenta una herida de 25 centímetros en el muslo izquierdo en una tarde en la que sobresalió la decisión de Miguel Ángel Perera con sus toros

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El suceso de la tarde, la cogida de Aparicio, algo muy triste, se vivió con angustia por la falta de noticias del quirófano donde lo habían llevado más que maltrecho, roto por la voltereta y la cornada. Se había visto cómo le entraba el pitón en el muslo, y aún el toro le hizo girar en el aire, zarandeándole.

Lleva un boquete en el muslo y otra herida en el abdomen, decían los rumores, felizmente no confirmados. Pero la espera del parte médico fue eterna.

Nada se sabía del estado del herido, ni si los médicos controlaban la situación. Algunos periodistas montaban guardia en los alrededores de la enfermería, donde tampoco les dejaban estar unos policías municipales, pudiendo averiguar que se preparaba una ambulancia para un trasladado a otro centro hospitalario. ¿Qué pasa, no hay suficientes medios en la enfermería de la plaza más importante del mundo?

Por fortuna, actuaba con diligencia y eficacia el doctor Máximo García Padrós y su equipo. Aparicio tenía sólo una cornada grave. Mas en el tendido nada se sabía. Inexplicable, con los medios que hay para informar y comunicar con inmediatez en pleno siglo XXI, aunque sólo fuese un marcador electrónico, como en las plazas de Pamplona y Zaragoza, donde se avanza el estado del torero herido.

Escaso interés

Fuera del percance, la tarde tuvo escaso interés en lo taurino, y no se diga en lo artístico. Aunque Perera se mostró firme, haciendo un notable esfuerzo en sus dos toros. Incluso el mismo Aparicio antes de acabar en el hule había estado también más que voluntarioso y con detalles sueltos de torería. Morante decepcionó al no arriesgar ni lo mínimo. Todo achacable al ganado.

Quede claro que los remates de trinchera de Aparicio y la disposición de Perera, muy metido y con mucho aguante en los terrenos de su primero, al que llegaría a cuajarle muletazos de trazo largo y sentido, fue lo único verdaderamente destacable. A Morante le jalearon un espejismo de pellizco con el capote que nada tiene que ver con el verdadero toreo.