prendido por el prendimiento
Actualizado:a perfidia del hombre glosa toda contradicción lógica y religiosa. El hombre nació para pecar. ¿Qué pensarás tú, oh Jesús, del hombre! Pero a buen seguro has de perdonar su devenir y su impío ímpetu de demostrar, de alardear pues este pecar bellamente de Semana Santa se concibe con buena fe, sin pretender rebatir aquellas tus palabras y aquella ira tuya que ya Moisés, al bajar del monte rechazó y condenó con hastío y vergüenza. ¿Tú, oh Señor, que vives y reinas! Déjanos implorar tu perdón por esta nuestra demostración presa del fervor popular, pues es defecto del hombre, aquel que creaste en los principios. Yo, oh Cristo, he pretendido mirarte al cielo con fe, mirar a la luz alada, a la luz de la alborada clara, a la luz corinto del atardecer, al azabache luz del anochecer. Y mirar con admiración y cariño a esa majestuosas tallas que la mano del hombre ha sembrado y cultivado, pues esas obras maestras que han paseado por las calles te cantan a ti; homenajean a tu dolor, a tu sangre, a tu sombra, y a aquel miedo tuyo bajo el verde olivo. Miedo aceitunado de temor desarmado, de lágrimas negras por tu ya pronta muerte en vida, que no eterna. ¿Cuánto suspiro contenido y emocionado no sentimos el pasado Miércoles Santo! No quisiste, oh Señor, verte otra vez prendido por las calles de Jerez; golpeado, arañado y sufrido en la estampa bellamente humanizada por quién sabe qué manos esculpida. Preferiste ver ese Prendimiento en su Santiago, en el pequeño asilo de San José que hoy lo alberga. Allí, al lado de su templo malherido cerrado a cal y canto. Allí, donde rezan los mitos, allí, donde escribo letras para volver a ver a ese prendido corinto de manos maniatadas, morenas de canela, de mirada de piano, de musical eco de desamparo, donde me pierdo Prendido por este Prendimiento. Permítenos, oh Cristo, crear versos con tu gallarda sangre, y beber así de tu divina enseñanza.