Es noticia:
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizCádiz
MUNDO

China impone la normalidad en las calles de Tibet con un gran despliegue militar

El Dalai Lama reconoce sentir la misma «desesperación» que cuando se exilió en India

AGENCIAS
Actualizado:

Tras la tempestad llega la calma y eso al parecer es lo que ha ocurrido en Lhasa y las regiones tibetanas de Sichuan y Gansú, tras las recientes protestas y disturbios. Al menos eso es lo que sostiene el Gobierno chino, aunque pese a tal tranquilidad, mantiene cerradas a cal y canto para la prensa extranjera todas las zonas conflictivas. No es la única medida de su control férreo sobre la zona, ya que un fuerte despliegue policial y militar vigila las áreas donde se registraron las revueltas, según han explicado testigos a grupos activistas tibetanos y de derechos humanos. Sin embargo, Pekín no ha hecho ningún tipo de mención a esta maniobra.

En uno de los condados más problemáticos, el de Aba en Sichuan, los mercados están ya abiertos, los departamentos de las principales empresas «funcionan normalmente», y las escuelas de Primaria y Secundaria reabrirán sus puertas hoy, según informó la agencia oficial de noticias Xinhua. Los disturbios en esa zona se desencadenaron el pasado día 15 y acabaron con disparos policiales «en defensa propia» contra manifestantes tibetanos armados.

No obstante, la versión oficial sigue siendo difícil de contrastar dado que la prensa extranjera fue expulsada de Lhasa y no se le ha permitido el acceso al resto de las regiones conflictivas tibetanas «para proteger su seguridad», de acuerdo a la versión de China.

La prensa oficial está divulgando con profusión de detalles, muchos de ellos truculentos, historias de los ataques tibetanos contra los han, grupo étnico mayoritario en China, pero en ninguna de ellas mencionan la respuesta de las autoridades chinas.

Todas esas zonas siguen selladas y no se permite el acceso a ningún medio foráneo. Esta falta de transparencia justifica el baile de cifras que rodea a este conflicto, que comenzó con protestas pacíficas iniciadas por los monjes budistas en Lhasa el pasado día 10 de marzo, aniversario de la insurrección popular tibetana contra los comunistas chinos de 1959, y desembocó en una ola de violencia.