El tópico de la ingeniería alemana
Juan Manuel e Higinio Florido reactivaron en 2004 el negocio familiar, dedicado a la fabricación de máquinas industriales en Chipiona
Actualizado: GuardarEl empresario (o funcionario de un ayuntamiento incluso) echa otra ojeada a la máquina. Parece simple, pero su mecanismo permite una limpieza a fondo de la arena de la playa. El presunto comprador asiente con la cabeza. Sus palabras dicen lo contrario: «El problema es que la otra que me ofrecen es alemana». Juan Manuel Florido, acostumbrado a desplantes de este tipo, le replica: «Y la mía es chipionera. No le veo el problema».
Sobre todo, porque posiblemente la maquinaria que fabrica su compañía familiar, Flozaga Guterh SL, cuesta la mitad de dinero y ofrece las mismas prestaciones. Por no hablar, claro, de que ante cualquier problema es más fácil recurrir a un vendedor cercano que a uno lejano.
«Es bastante triste que, en pleno siglo XXI como estamos, los españoles aún valoren mucho más lo de fuera sólo por ser de fuera», apunta este joven chipionero que, junto a su hermano, relevó a su padre en la fabricación de aparatos industriales y relanzó la actividad de la empresa con miras más elevadas. La sede sigue estando en Chipiona, como lo ha estado desde los años 70. Los objetivos son los que han cambiado. Ahora se mira bastante más allá del río Guadalquivir.
Curiosamente, el lamento sobre lo poco que estiman los nacionales el producto propio se reafirma en una otra realidad contable de Flozaga: alrededor del 20% de su facturación actual va destinada a un país extranjero. Entre los clientes de esta familia gaditana hay empresas (u organismos públicos) de Portugal, Inglaterra, Italia o Turquía. Todos esos países ya tienen una de las máquinas ensambladas por Higinio y los otros seis empleados de la compañía.
La expansión no se queda en Europa, ya que las ventas podrían extenderse a América del Sur, México e incluso el siempre exigente mercado de Estados Unidos. «Ya sabemos cómo son los americanos para comprar a uno de fuera, pero, con todo, son bastante más abiertos. Hasta los franceses, que no lo hay más nacionalistas, se han interesado», expone Juan Manuel Florido.
Esta importante apertura al exterior le ha supuesto a Flozaga reconocimientos en premios nacionales y parabienes de todo tipo por parte de los organismos públicos que apoyan a la exportación. «Ahora todos nos quieren ayudar; ahora que el negocio va bien nos vienen los apoyos de todas partes, pero en 2004, cuando quisimos dar el giro, cuando nos arriesgamos, no nos echó una mano prácticamente nadie», recuerda Juan Manuel, la mente económica del negocio; la otra, la que se sitúa a ras de taller, es la de Higinio. «Yo estudié Ingeniería y eso me llevó a encargarme de la parte de los números, pero el esfuerzo ha sido de los dos y ha sido gracias a la idea de mi padre, que fue quien comenzó en un pequeño taller hace 30 años».
Después, en los años 90, habría un traslado a una nave algo más grande y no sería hasta 2004, con la constitución de la empresa tal y como se llama ahora («lo de Guterh viene de Gutiérrez y hermanos, aunque no niego que lo hicimos porque tenía cierto toque extranjero... o alemán») cuando se consumó el traslado a la nave actual de mayores dimensiones.
La inversión fue muy elevada «y los riesgos se multiplicaron», relata Juan Manuel. Y, como si fuera una historia circular, el gerente de esta empresa vuelve a lamentar las particularidades de los gaditanos frente a otros españoles. «Por ejemplo, en Cataluña sería impensable que una empresa fabricase máquinas de limpieza de playa y sus ayuntamientos se fueran a comprarlas a Alemania». No obstante, Cádiz es como es, «y yo estoy muy orgulloso de ser de aquí».
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