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EL RAYO VERDE

Celebración del Doce

El programa de actos de estos últimso días en torno al Bicentenario de la Constitución de 1812 puede producir una sobredosis, pero es también un claro indicio de cuánto ha calado en las instituciones públicas la necesidad de «calentar motores» para la fecha en cuestión, con la percha del día de San José, fecha en que se proclamó la Carta Magna gaditana. No nos pongamos negativos. Hay que valorar los esfuerzos que al fin se están haciendo y confiar en que, aparte de para ocupar espacio mediático, tanta parafernalia sirva para que la fecha cale. Creo que es una noticia positiva que haya quedado atrás el tiempo en que sólo los del Club Liberal de Quique García Agulló llevaban una corona de laurel al monumento de la Plaza de España, como si fueran unos excéntricos, y el otro más cercano en que el PP municipal contraprogramaba con toda la traca a su alcance los lucidos actos del Día de la Provincia que organizaba Rafael Román, con premiados de la talla de Alberti, Caballero Bonald, Fernando Quiñones, Rocío Jurado o Alvaro Mutis, que yo recuerde. Un paréntesis aquí: sin embargo, me parece necesario revitalizar el sentido originario que tenía esta fiesta de la Diputación y que era el de dar a esta provincia llamada Cádiz presencia como unidad territorial y proponer valores con los que todos nos identificáramos, a través de sus ciudadanos más notables, un cierto Día del Orgullo Provincial. La cohesión de los gaditanos sigue siendo la gran asignatura pendiente y todos los esfuerzos son pocos para superar las diferencias entre comarcas. He dicho.

LALIA GONZÁLEZ SANTIAGO
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Así que, celebrar el 19 de marzo está bien, pero no a cualquier precio. Es preciso insistir, porque lo contrario sería hacer un mal favor a la ciudad, en que el listón de la exigencia debe colocarse bien alto y que se ha de actuar de acuerdo con unos objetivos, de divulgación, de prestigio, de disfrute y de calidad. No vale cualquier cosa, lo que se pueda hacer en cualquier parte, o ya se haya hecho, como es el caso de la gran bandera de la Plaza de Sevilla, que puede tener un alto sentido político, sin duda, pero no una vinculación clara con el doceañismo.

No se trata de cubrir el expediente, sino de incitar, dar a conocer, celebrar, hacer ruido para que cuando llegue la fecha esperada, primero los propios gaditanos seamos conscientes de qué se festeja y, luego, el mundo más o menos mundial haya oido algo acerca de que aquí se va a celebrar un gran acontecimiento. Y es difícil hacerse oir mas allá de Puertatierra, reconozcámoslo.

Igualmente, hace falta unificar programas y esfuerzos para que los actos se complementen y no se entorpezcan unos a otros. Mucho no es sinónimo de bueno.

En este sentido, es preciso que el Consorcio dé un salto adelante de una vez y se haga visible como el paraguas supremo de las demás administraciones, al menos para conseguir una imagen -y a ser posible algo más- de unidad. La presentación de la «marca» Cádiz 2012 ha de ser un punto y aparte en el hacer la guerra por su cuenta en que están todas las instituciones metidas.

De ahí a apresurarse en agilizar la búsqueda de patrocinios privados, que el tiempo vuela y no hay que ser adivinos para saber que hay muchas peticiones en los despachos de las fundaciones y organizaciones de mecenazgo de las grandes empresas españolas.

Los propios aparatos administrativos que se están creando en torno al Doce han de engrasarse y coordinarse. Aunque las declaraciones oficiales estén llenas de buenas intenciones, la pura realidad es que funciona cada cual por su cuenta, cuando no la contraprogramación, y hay mucho dinero ya en las mesas respectivas como para desperdiciarlo en pamplinas, por decirlo claro.

lgonzalez@lavozdigital.es