Imagen de la presentación de un estudio en la Confederación de Empresarios. / LA VOZ
Ciudadanos

La inversión invisible

Las empresas de la provincia apenas han empezado a aplicar la responsabilidad social en sus negocios

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La responsabilidad social corporativa (o empresarial) nace donde muere el egoísmo. A grandes rasgos, lo que se denomina RSC (o RSE, dependiendo de por cuál de ambas definiciones se opte) es la capacidad de una empresa de reinvertir en la sociedad parte de sus beneficios. Hay quien lo llama solidaridad; otros lo venden como respeto al medio ambiente; los más románticos consideran que la ética llega al empresario, de modo que no sólo importe ganar dinero. Al fin y al cabo, se trata de una inversión en intangibles. O puro marketing de última generación.

Como todo término en busca de definición, los límites no están claros. En la bruma, mientras tanto, las empresas gaditanas apenas conocen las posibilidades de esta RSC y, por extensión, son muchas menos las que la ponen en práctica. Según el directorio que elabora periódicamente la Confederación de Empresarios de Andalucía, las compañías de la provincia que muestran algún rasgo social no llegan ni a diez. Son más, aunque seguramente ellas ni sepan que son responsables.

De momento, la RSC reconocida en Cádiz es muy básica. Empresas como Polanco o La Ibense han desarrollado programas algo más complejos. La primera mantiene desde hace más de un decenio una fundación que premia a escolares, a profesionales del sector o financia fiestas de Navidad. Además, ostenta varios certificados que garantizan que la madera que se trata en sus instalaciones está controlada y respeta a la naturaleza. La segunda se limita a apoyar a asociaciones solidarias.

De hecho, el radio de acción de las empresas de Cádiz se queda en colaboraciones puntuales a ONGs, Cruz Roja, Cáritas o la misma Iglesia. También hay cierta tendencia a financiar proyectos medioambientales concretos, como el Grupo Barbadillo, que apoya a las especies amenazadas de Doñana.

Un camino muy largo

«Sin embargo, todos los ejemplos son muy simples y queda un largo camino por recorrer», advierte María de los Ángeles Frende, doctora de Organización de Empresas y cuya tesis de fin de carrera analizó la influencia de los valores personales de un empresario en la gestión diaria. De ahí a hablar de responsabilidad social sólo había un paso. Ahora, su Departamento estudia la RSC en la provincia. Esa responsabilidad que se queda en donaciones puntuales a instituciones de corte solidario.

Pero no. La RSC pura y dura es bastante más amplia. En Estados Unidos, donde las ideas empresariales siempre llevan una ventaja de años al Viejo Continente, muchas empresas se miden ante sus semejantes el tamaño de su responsabilidad social. Incluso hay quien anuncia que invierte en una u otra empresa atendiendo a su compromiso filantrópico con la sociedad.

Por ejemplo, al otro lado del Atlántico se ha desarrollado y estudiado las gratificaciones que una empresa concede a todos los implicados en la corporación. Ya no basta con premiar a los accionistas. Hay que involucrar a los trabajadores, «tenerlos contentos, sabiendo que un trabajador a gusto es un bien esencial para cualquier empresa», apunta Frende. Promoción interna, formación continua, medidas de conciliación como la instalación de guarderías o el teletrabajo. La lista de posibles réditos para un empleado es infinita y sólo depende de la imaginación del patrón.

Aquí en España, cualquier página web tiene un sello con las iniciales de la RSC, aunque los pocos estudios existentes al respecto han denunciado siempre la escasa conciencia ética de las compañías patrias, tal y como estableció el sindicato UGT tras estudiar a las empresas que forman el Ibex 35 (supuestamente, las más grandes de España; al menos, si sólo se toma su valor en los mercados).

Baste un ejemplo más que ilustrativo: en el año fiscal de 2006 (último del que existen datos cerrados), los altos directivos de las compañías del índice bursátil de las 35 mejores ganaron un 30% más que en 2005 gracias a las retribuciones especiales por el aumento de su cotización en la Bolsa. El salario medio de los españoles -y, por consiguiente, de la mayoría de los empleados en todas estas marcas- creció ligeramente por encima del 3% y la práctica mayoría de estas firmas se jactan de impulsar medidas de RSC. En Boston, tierra del amor a la responsabilidad, ya habrían reclamado que nadie comprara o se sirviera de estas empresas.

amedina@lavozdigital.es