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En el techo de la provincia
LA VOZ acompaña a tres excursionistas en su ascensión al Pico del Torreón, en el Parque Natural Sierra de Grazalema
Actualizado: GuardarTocar el cielo con las manos es una imagen figurada que en el Parque Natural del la Sierra de Grazalema casi es una realidad. Luis Botejara de Arcos, Rocío Rasado de Ronda y Carina Rodríguez de Huelva han decidido comprobarlo y por ello estos días han completado la ascensión al pico más alto de Cádiz. El Torreón se encuentra en la Sierra del Pinar entre las poblaciones de Benamahoma y Grazalema.
El Torreón, como el resto de sierras que se encuentran en este espacio protegido, es de naturaleza caliza, de ahí sus escarpadas laderas, sobre todo en su cara norte. Vistas desde lugares como el Puerto de las Cumbres, o el del Pinar, para estos tres senderista sería casi imposible ascenderlas. En cambio, no ocurre lo mismo con su cara sur. Desde esta zona parte uno de los senderos señalizados de uso público ofertados por la Consejería de Medio Ambiente. El comienzo se encuentra en la carretera que une las poblaciones de Benamahoma y Grazalema a unos 100 metros del kilómetro 40.
Comienza el ascenso
Desde aquí Luis, Rocío y Carina parten a su encuentro con la naturaleza en estado puro. Al cruzar la cancela y trás dejarla cerrada a su paso, los tres amigos comienzan su ascensión que salva un desnivel de unos 790 metros. Tras tomar el camino hacia la izquierda se inicia de inmediato la subida, que discurre por las laderas de la cara sur de la Sierra del Pinar.
Es la ocasión perfecta para detenerse y observar las maravillas del bosque mediterráneo que crece en estas tierras. Pequeños túneles de vegetación con jóvenes ejemplares de algarrobos, lentiscos, sabinas, encinas, enebros, aulagas, tomillos, matagallos, ... Sorprenderá a los amantes de la naturaleza observar a algunos pinsapos desafiando la solana de la ladera sur por la que sigue discurriendo el camino. Valdrá la pena pararse un minuto y levantar la vista al cielo para disfrutar del majestuoso vuelo de los buitres leonados, además de alguna otra rapaz y un sinfín de paseriformes.
«¿Qué bonito es todo, es impresionante!», exclama asombrada Carina, sin embargo lo que le espera en la cima aún será más espectacular. Así se lo advierte su compañero de paseo, «espera a conocer lo que verás cuando lleguemos a la cumbre».
Ganar altura
El sendero comienza a zizagear, conforme siguen ascendiendo, y a sus espaldas se sitúa la vista del Corredor del Boyar, con su Salto del Cabrero que oculto se adivina desde esta perspectiva, y conforme se va ganando altura se agranda. Desde esta posición, pueden apreciar cómo han logrado superar la altitud del Cerro Albarracín y de la Sierra de la Silla; al mismo tiempo que se igualaron las alturas de la Sierra del Endrinal.
El Torreón, por su relieve, se opone a los vientos dominantes, cargados de humedad, que ascienden sin obstáculos desde el Atlántico por el Corredor del Boyar. Estas masas de aire que atraviesan estos embudos topográficos, al ascender sobre las laderas de El Torreón y enfriarse, provocan numerosas precipitaciones en este enclave. Los niveles pluviométricos que puede alcanzar es de 2.200 litros por metro cuadrado al año, lo que le convierte en el mayor de la Península Ibérica.
Paisaje calizo
Continuando la ascensión se llega un punto en que la vegetación pierde frondosidad, dando paso a la vista de un bellísimo paisaje ruiniforme calizo salpicado de algunas sabinas y encinas dispersas que poco después dejan paso al matorral típico de las altas cumbres mediterráneas, predominando los piornos. Este es uno de los lugares donde los tres senderitas han podido observar ejemplares de cabra montés. En la antesala de la cumbre un par de dolinas, propias del terreno calizo, les dejaron ver la casi pared, de dura pendiente, que les ha conducido hasta los 1.654 metros.
Desde la cumbre, encuentran el San Cristóbal al este y una espectacular vista del pinsapar a sus pies, protegidos por la sombra de las espeluznantes paredes de la ladera norte.
La advertencia de Luis, no fue una exageración. Las vistas desde este punto son impresionantes, y permiten ver al sur las sierras de la Silla, el Caillo y de Ubrique, junto con los pueblos de Benanocaz y Ubrique. El Valle de Tavizna, los Alcornocales, el Pantano de los Hurones, el Peñón de Gibraltar y las siluetas de los primeros altos relieves africanos.
Al este el San Cristobal y la crestería que le une al Torreón. Al sudeste la Sierra del Endrinal, con el Simancón y el Reloj, la Sierra de las Nieves, la Meseta de Ronda presidida por la ciudad soñada, y las Cordilleras de Líbar. Al oeste Prado del Rey, Villamartín, sierras del Labradillo y Margarita, el Cerro Albarracín y parte de la campiña gaditana y sevillana.
A vista de pájaro
Mirando al norte, primero tras el cortado está el Pinsapar, Los Llanos del Rabel, las sierras de Zafalgar, Líjar, El Tablón, Montellano y de Esparteros o de Morón. El Peñon de Algámitas y los Cerros Lagarín, las Grajas y Malaver. El embalse de Zahara-El Gastor y los pueblos de Olvera, Algodonales, Morón de la Frontera, Puerto Serrano y Montellano.
Rocío asegura que «aquí tienes la sensación de que el mundo está bajo tus pies». Mientras que Luis reivindica «quién puede preferir otro tipo de turismo a este, la naturaleza es lo mejor que tenemos y aquí se puede observar en su estado más puro». Tras varios minutos observando el entorno, Carina propone comenzar el descenso y aseguró que «o nos obligamos ya a bajar, o nuestros sentidos no nos permitirán separarnos de estas imágenes tan maravillosas».
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