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«Dejar que la gente se descargue la música gratis es de sentido común»
El grupo madrileño Canteca de Macao vende 7.000 copias de su disco, que puede conseguirse gratis en la red
Actualizado: GuardarDoce de la mañana. Bostezos y legañas se suceden en el refugio gaditano de los nueve miembros del grupo Canteca de Macao. «Nos acabamos de levantar, ¿podemos hablar un poco más tarde?», avisan al otro lado del teléfono. No son horas para el punk rumbero de estos madrileños, que han hecho de las descargas en internet una filosofía de vida.
La poesía cuajada en la calle y en largas noches de juerga en las plazas del barrio de Lavapiés (Madrid) retumba a lo largo de lo que ha acabado transformado en el segundo trabajo de esta formación: Camino de la vida. Una declaración de intenciones, en forma de flamenco frenético con el que el grupo convenció a la disquera Warner para que lo editara. Eso sí, sin cerrar las descargas de los temas, gratis, desde su web. «Hay una alternativa que cada vez cobra más fuerza: la licencia copyleft deja que el autor elija qué hacer con su obra», María Saboya, de 25 años, vocalista y epicentro de este grupo. «Existe otras manera de hacer las cosas», afirma. Y esa pasa por permitir la descarga de la maqueta completa en internet. El golpe de ratón echa humo: 50.000 bajadas desde junio. Las ventas de sus compactos no se resienten: 7.000 copias en seis meses. «Está claro que Internet permite que muchas personas nos conozcan. Es de sentido común dejar también puedan descargarse nuestro trabajo», defiende María. Su voz suena como una descarga al otro lado del hilo. Son las cinco de la tarde. Las guitarras se han apoderado de la casa. «Espera, que me encierro en otra habitación», suelta, en una tregua con el juerga improvisada con la banda.
La calle como escenario
Si Ojos de Brujo encierra la música rap en cápsulas de rumba, con Barcelona como cuartel general; los Canteca hacen los propio con el punk, cuajado en Madrid. En la calle. «Nos hemos creado tocando y cantando en la calle. En Lavapiés, Tribunal...», reconoce María. Refugios indies, de deliciosos gafas pasta, y de mucha cresta despeinada, con reminiscencias en los años ochenta. «Empezamos así. Nos juntábamos para cantar. La gente se unía, y cada vez el círculo iba siendo mayor», recuerda esta madrileña, escarbar en una humildad que se empeña en no perder. Los conciertos huelen a esas juergas nocturna; y el escenario de los Canteca es un guirigay en el que no faltan ni los malabares del gaditano Zulo. «Lo confieso. Cuando me reconocen por la calle, no sé cómo comportarme. Yo no soy nadie para darte la mano y tú flipes, ¿no?». MÁS INFORMACIÓN EN www.lavozdigital.es