El sentido
Estos días nos hacen ofertas de cómo disfrutar y divertirnos con unas excelentes vacaciones de Semana Santa. Las vacaciones pueden ser relajantes y merecidas, pero definir la Semana Santa como divertida me parece fuera de tono.
Actualizado:No son unas vacaciones, es una redención. El Hijo de Dios instituyó la Eucaristía el Jueves Santo cenando con los apóstoles, el Viernes Santo murió en la cruz por todos nosotros (incluso por los que no creen y por los que se ríen de su pasión) y resurge para vencer la muerte. ¿Por qué no bromean con lo de todos los días, y dejan en paz lo que es santo?
Pasado ya el tiempo de las ofertas hemos de esperar para comprobar si es igual predicar que dar trigo. Terminada la función y considerando que una buena parte del sainete político la han dedicado a bombardear a los abstencionistas -entre quienes me encuentro- voy a procurar defender mi posición.
1º. He de decir a los mesías de la política, cuya imagen tan deteriorada está, que en vez de servir de ejemplo al pueblo, que es quien les paga, vemos con asombro cómo aparecen frecuentemente en las páginas de los periódicos descubiertos sus sucios rollos como vulgares corruptos amasando fortunas ilegales. El suelo y las prebendas que disfrutan son fabulosas, acudan o no, cumplan o no con lo que están obligados, pero al parecer les son insuficientes y ello hace que busquen otras fuentes de autofinanciarse tan sucias.
2º. Resulta curiosa la tendencia del político a menospreciar la abstención y magnificar la participación, a la cual atribuyen un coeficiente mental superior. ¿Habremos oído tontería semejante? Al parecer, no se han parado a pensar en la cantidad de incautos e ignorantes que sin saber lo que van a hacer se acercan a las urnas.
3º. Siendo una misión tan importante, ¿no se debería exigir a los que votan un mínimo coeficiente mental? Habríamos apartado el grano de la paja y se daría una visión distinta, ya que solamente personas capacitadas tomarían parte en un juego donde, como vemos, la ignorancia impera a sus anchas. En este zoco de todo a cien ni entro ni me mezclo; sus ofertas engañosas no me interesan.