Con las bombas que tiran
Permítanme que me muestre escéptica sobre la acogida que las múltiples actividades cívicas desarrolladas a lo largo del día van a tener en nuestra ciudad. No olvidemos que es Miércoles Santo, no olvidemos que, aún así, es día laborable -aunque en Cádiz se labore poco-, y no olvidemos el paño con el que se quiere tejer. Permítanme un exceso de confianza. Entre nosotros, lo del sábado fue una prueba más de lo que define perfectamente. Dejando al margen a los soldaditos -a más de uno se le notaba el trauma de no haber hecho la mili- el resto de la ¿procesión? era lo de siempre. Los que salen en la Patrona, los que salen en el desfile de disfraces de Carnaval, los que van a las inauguraciones, los que empujan en las colas ¿quién si no se prestaría?, ¿quién si no aplaudiría con tantas ganas?
Actualizado: GuardarY allá iban, con sus juanetes recién operados, quejándose del peso de las faldas, sumando años detrás de los soldaditos como la Uchi en sus mejores tiempos, cantando Gaditana, y lamentando que el Ayuntamiento no les diera ni una avellana después de hacer el ridículo por medio Cádiz y de explicar a sus asombrados vecinos que esto no era una chirigota por mucho que se le pareciera. Que sólo faltaban Angelita la del Melu y su hermana Mari para ir diciéndoselo «por lo claro». Pero esto es lo que hay. No hay más. No se puede empezar a celebrar nada mientras el 19 de marzo no sea festivo -lo de empezar la casa por el tejado no suele salir bien-, mientras los ciudadanos no se enteren de qué están conmemorando, mientras se llenen los huecos con las abuelas «que se apuntan a un bombardeo».
Espero, sin embargo, que para hoy se haya previsto un punto de lucidez en el programa porque con tanto desfile, tanta gymkhana y tanto penitente, corremos el riesgo de que nuestros visitantes confundan esto con un carnaval. Y no es eso lo que se pretende. ¿O sí?