DERECHAZO. De Ponce a 'Hojaldrero'. / EFE
Sociedad

Uno de dos orejas

Enrique Ponce hizo en Valencia la mejor faena de sus últimas cinco temporadas

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El toro de la corrida fue el primero bis. Corrida sin el sello aguerrido tan propio de la ganadería. No fue difícil. Devuelto por derrengado el toro que rompió plaza, se corrió turno. El suplente -anunciado de cuarto-, fue de golosísima calidad. Codicioso y, por eso, toro muy pronto. De meter la cara e irse hasta el final, de repetir, de querer a todas. Entre todos los toros de buena nota librados en Fallas éste ganó a todos los demás en claridad y boyantía. Toro de los de dos orejas. Se las llevó para dentro colgando y puestas.

Tesonero, recio, voluntarioso, entregado, todo corazón El Califa. Pero rígido. Jaleado por el público fallero de domingo, a El Califa se le encogió el corazón a la hora de pasar con la espada. Cinco pinchazos y cinco descabellos. No se rendía el toro. La voltereta debió de ser muy dolorosa. Todavía convaleciente de las secuelas de una operación de hernia discal, El Califa no pudo salir a matar el sobrero.

Que se jugó de sexto, por cierto, y fue, de salida, tormentoso. Parecía por delante un bisonte. Desarmó en el saludo a El Cid y lo desarboló. A carrera tuvo que ganar la barrera y saltarla. La segunda salida de El Cid se saldó con otro desarme no tan desairado, pero casi. Ahí pareció vista para sentencia la cosa. El toro no resultó tan hueso como de salida. No una fiera.

Tres toros mató El Cid, y el tercero fue el bisonte. Sólo su lote mató Miguel Ángel Perera. Ninguno de los dos anduvo fino. No salió ningún toro de la categoría tan suculenta del que le pegó la voltereta a El Califa. El primero de lote de El Cid, albahío con las palas blancas, un cromo de la colección Veragua, se tronchó no por la cepa sino por la pala los cuernos, los dos. De un mero entierro de pitones. El segundo bis, segundo sobrero también, salió bien armado y puesto, peleón en el caballo y un punto distraído, pero fue toro de mucha movilidad. Parecía querer romper. Resuelto como suele, El Cid abrió faena sin dilación. No acabó de convenirle el toro.

Sin historia

Tampoco Perera se acopló con el tercero, que fue más cómodo de todo Muchos pases de Perera, pero sin encontrar el punto del toro. El segundo de El Cid salió muy bondadoso. Romaneó en el caballo. El Cid brindó a la gente y, con ambiente a favor, dibujó por abajo y despacio una tanda con la derecha. No mucho más hubo que celebrar. El toro no se encontró nunca a El Cid donde se suponía que tenía que estar el torero. Algo mustio el viaje, hacía amago de reponer. Gestero pero sin foco ni ideas claras El Cid. Sin tenerse al toro ni dejarse ir, ni cuando simulaba hacerlo. También a su aire acabó el toro. Tras estocada tendida y desprendida sonó un aviso.

Perera, tenso desde el principio, abrió faena con el quinto, muy menguado de poder, con el clásico pase cambiado por la espalda. Rodó el toro en costalada al tercer viaje. Fue toro mirón. Pero pareció que llevaba la iniciativa él y no el torero.