El Comentario | Los antiglobalización son menos
El movimiento antiglobalización ha ido perdiendo aliento de forma muy rápida mientras crece el consenso sobre los pros y contras. Desde luego hay quien pierde y hay quien gana, pero a la vista está que son más los que ganan que los que pierden. En el legendario Instituto de Tecnología de Massachussets han diseñado un sistema de mapas que demuestran con flujos de luz de qué modo y con qué intensidad las llamadas telefónicas internacionales y el tráfico de información por la red de telecomunicaciones tienen lugar entre Nueva York y un conjunto de doscientos países. El director del proyecto, Carlo Ratti, ha dicho al semanario Newsweek: «Es como tener un panorama de la globalización en tiempo real».
Actualizado:China está en las trincheras de la globalización, dispuesta a todo. En la reciente Copa Africana de las Naciones, en el partido entre Egipto y Camerún, el público egipcio comprobó que las banderas de su país llevaban el rótulo de «Made in China». En Egipto, los productos chinos tienen una omnipresencia llamativa. También los fanales para el Ramadán llevan en «Made in China», y las prendas de vestir, la electrónica y las motocicletas. Los forofos del fútbol egipcio compran las banderas importadas de China porque son las más baratas, pero creen que las banderas fetén son las hechas con más primor en el mismo Egipto. También prefieren los productos europeos, pero ya como un lujo. En cualquier momento, China pudiera pasar por delante de los Estados Unidos como principal exportador.
En la nueva geografía del poder, la cuenta de llamadas telefónicas internacionales da una medida aproximada de la globalización. Eso vale para los locutorios de barrios de inmigrantes que llaman a su país de origen y también vale para los despachos de la City londinense, de Wall Street o de la bolsa de Frankfurt. Esas interconexiones son parte vital del sistema nervioso de un mundo globalizado. Desgraciadamente, en los mapas del Instituto de Tecnología de Massachussets África no existe como flujo de telecomunicación. Pero, en general, la conexión en el mundo es la más alta de la historia.
En ese mundo globalizado, contemplamos con cierto temor el futuro de nuestro trabajo. Lo que sabemos es que el cambio nos afectará a todos. Uno ya no puede suponer que la forma de trabajo a la que tuvo acceso en la juventud vaya a durar para siempre. De cada vez es más evidente -y tiene su lógica- que hay que estar más preparados que nunca: estamos obligados a un aprendizaje permanente, para no quedar postergados en la sociedad del conocimiento. Uno tiene que adiestrarse intelectualmente todos los días para poder ser competitivo. Ni es bueno ni es malo: es así.
España no está en malas condiciones para vivir en la globalización pero necesita de una mejora sustancial de su capacidad productiva. La productividad por hora baja. Por otra parte, España ha recibido algo más de cuatro millones de inmigrantes en cuestión de unos seis años. Sea como sea, la dinámica económica española ya supo estar a la altura de la integración europea cuando los criterios de convergencia que se exigían para constituir la eurozona eran muy escarpados. Hubo un elemento de contabilidad creativa, ciertamente, pero el gobierno de centro-derecha de entonces logró lo que los socialistas decían que era imposible.
El crecimiento económico español topa ahora con un crisis que parece grave y eso puede alterar los impulsos actual de predisposición globalizadora. El contexto europeo no es del todo exultante pero las bases son sólidas. No es en vano que España ha pasado de ser importador de inversiones a ser exportador, en un 3 %. País abierto, entre el Atlántico y el Mediterráneo, frente a las puertas de África, hay algo en la historia de España que ahora la hace alejarse rápidamente de cualquier ensimismamiento.