No más espías ni fotocopias
Los jerifaltes de la Fórmula 1 se han unido en el mensaje y quieren que el escándalo de espionaje del año pasado no se vuelva a repetir nunca más Cada vez más, los empleados cuidan que no haya rastros en sus e-mails
Actualizado: GuardarEL mayor escándalo de la historia de la Fórmula 1 ha dejado consecuencias a primera vista. El espionaje ha derivado en total desconfianza. La controversia de 2007, el trasiego de documentos de Ferrari con destino a McLaren, la sensación general de trampa, y, sobre todo, la multa estratósferica de 72 millones de euros a la escudería de Ron Dennis ha generado una catarsis. Lo que antes era caldo de cultivo para el chascarrillo, asunto inofensivo pero admitido socialmente en el 'paddock', se ha transformado ahora en conversación cautiva, presa del secreto y la cautela. Nadie quiere hablar de lo que hacen los demás. La sanción por espionaje ha calado de puertas hacia afuera.
La Fórmula 1 ha crecido en esa cultura. Nadie tenía la impresión de estar cometiendo una tropelía por comentar los entresijos de los demás, las peculiaridades de los coches, los nuevos componentes, métodos, ideas, piezas de los adversarios. Estaba incluso bien visto por aquel viejo aforismo según el cual el que tiene la información tiene el poder.
La sensación de trampa se ha disculpado siempre con una realidad inobjetable: los ingenieros, directores, mecánicos y demás cambian de equipo cada temporada y no pueden borrar de su mente los conocimientos. No pueden formatear el disco duro de su cerebro y empezar en otra escudería con las ideas en blanco. Saben lo que se cuece en otras cocinas.
Tradiciones
Y todavía se mantienen tradiciones innegociables en la liturgia de la Fórmula 1. Casi todos los empleados de los equipos viven en Inglaterra y es normal el tercer tiempo con una pinta en la mano frente a la barra del pub. En esas tertulias entre rivales en la pista se habla de carreras, novedades y chismes como en cualquier otro gremio. Y nadie se escandalizaba, aunque ahora la parroquia tiene más cuidado.
Sucedió que el caso de McLaren y Ferrari fue diferente. Voló un dossier de 780 páginas desde la sede de Maranello a la de Woking con multitud de detalles del diseño del Ferrari 2007. Los secretos mejor guardados corrieron de puerta a puerta con destinatarios con nombre y apellidos, Mike Coughlan y Nigel Stepney.
La sanción a McLaren de 72 millones implicó a los patrocinadores del equipo. Sin los soportes de una empresa consolidada como esa, pocas escuderías hubieran sobrevivido a una multa así. La FIA ha pretendido preservar la integridad de su deporte con un aviso a navegantes: el próximo será expulsado.
«Nunca puedes poner freno a todo el material informativo que alguien tiene en su cabeza, pero lo que sí podemos detener es el trasvase de información en formato electrónico o en papel», advirtió el presidente de la FIA, Max Mosley.
El mensaje ha influido al menos en las declaraciones, en el aspecto estético de la cuestión. Lo que antes se admitía como un recurso de la tradición de las carreras, se vigila ahora con lupa. «Pienso que es una llamada de atención para todo el mundo ¯ha comentado Ross Brawn, jefe deportivo del equipo Honda¯. Tenemos que respetar las leyes deportivas y las normas éticas de cualquier negocio».
«La Fórmula 1 no deja de ser un mundo muy pequeño. Y la gente cambia inevitablemente de equipo», dice Chris Horner, de Red Bull. Y algunos han pasado de las palabras a los hechos. Esto asegura Mario Theissen, el patrón de BMW: «Hemos tomado medidas internas para prevenir que esto pueda suceder en nuestro equipo».