La sal no es mala para el negocio
Este isleño y esta sanluqueña organizan visitas guiadas a las pocas salinas de la provincia que aún resisten a los nuevos tiempos
Actualizado: GuardarHace mucho tiempo (el siglo III antes de Cristo), en un país tan lejano como China, el emperador decidió erigir una gran muralla que protegiera sus dominios. Para sufragarla, se basó en el comercio de la sal. Un poco más cerca en el tiempo, y en un lugar decididamente más próximo como es la Bahía de Cádiz, las salinas también rezumaban prosperidad. Hoy, la muralla china sigue en pie y las salinas que aún rastrillan el agua en busca de sal son una excepción. Que realmente den dinero, apenas dos o tres en toda la provincia.
«Parece mentira que hayamos olvidado un patrimonio tan importante como es el de la sal y todo lo que mueve... o movía», confiesa Sebastián Gómez, responsable de Compuertas, Parque Natural, una empresa que organiza visitas guiadas por las salinas de San Fernando y Sanlúcar y actividades recreativas en el Parque de los Toruños de El Puerto. «En América, de cualquier piedra perdida montan un negocio y aquí, de tanto ver el paisaje, lo hemos olvidado por completo», corrobora María Barbadillo, la otra mitad de un negocio que comenzó su andadura en 2006 y que ya estudia nuevas rutas que añadir a su oferta actual.
Cuando María habla de piedras no lo hace en tono despectivo. De hecho, ella estudió la rama de Arqueología en Filosofía y Letras. Sebastián, su compañero de aventuras en el mundo de los emprendedores gaditanos, «es la mente empresarial, el que me metió en el lío y el que se encarga de los números». Antes de llegar a Compuertas, estudió Graduado Social, pero llegó el día en que convenció a María, «y ahora estamos aquí, intentando enseñar a la gente de aquí y a la de fuera aspectos muy gaditanos de la provincia que apenas se conocen». Porque puede sonar raro, «pero los más sorprendidos de lo que tienen en La Isla son los isleños», apunta Sebastián, que resalta que «si hay una ciudad de Cádiz que no ha aprovechado nada el turismo es ésta y casi suena a ciencia ficción».
«Hay gente que nos ha querido besar al bajarse del autobús», secunda María, que se extiende en la importancia de vender el producto como un conjunto. Un total que comienza con una proyección, continúa con el viaje, incluye una parada para tomar una manzanilla y un cartucho de camarones, una incursión en una vieja salina y acaba con unas tapas en un restaurante típico. «A veces es complicado explicar a una agencia de Barcelona lo que se van a encontrar, por mucho que todo el que lo prueba sale encantado», señala Sebastián. «Por ahora, la fórmula está funcionando y ya estamos estudiando otras posibles rutas en otras zonas de la provincia».
Eso sí, ayudas públicas no han recibido ninguna. Al menos directas, porque los ayuntamientos isleño y sanluqueño ofrecen sus oficinas como punto de partida y de información. Poco más. «A todos les gusta mucho la idea, la aplauden y dicen que es el futuro del turismo este tipo de iniciativas, pero a la hora de dar dinero, nada de nada», se lamenta María.
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