LA RAYUELA

Pierrots y Polichinelas

Es cierto que no todo se cura viajando y que viajar ya no es lo que era. Pero sigue siendo una forma de pensarse a uno mismo y verse desde fuera, no sólo como individuo sino también como país. Sigue siendo un gran antídoto contra la catetez, el nacionalismo de bolsillo y el orgullo ignorante. Sin embargo, qué lejos queda aquel país del que salíamos para ir a Europa: aquello sí que era un revulsivo, porque en todo: desde la política al arte, de la educación cívica a la libertad afectiva, sexual o religiosa, España era una ciénaga inquisitorial frente a la luz de una Europa culta, laica, rica y demócrata.

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Pero los tiempos han cambiado y ahora contamos con la simpatía, la admiración y hasta con la envidia del resto de Europa, sobre todo de las mediterráneas Francia e Italia. Para estos países no resulta fácil cambiar el chip acerca del tópico con el que han construido el imaginario colectivo de lo español. La España rica que ha dejado atrás a la potente Italia y pone su mirada en Francia (Le Soir o Liberation) es, a la vez, la campeona de las libertades individuales mientras camina a marchas forzadas a implantar, a contra-corriente del liberalismo triunfante, el Estado de Bienestar que nunca tuvo.

¿Estaré cayendo en un nacionalismo de nuevo cuño? Porque les aseguro que siento un cosquilleo cada vez que tengo que identificarme o ser presentado. Supongo que tiene que ver con un cierto complejo de cuando, siendo jóvenes, sólo conseguíamos la simpatía de Europa en nuestra condición de demócratas u opositores al Régimen.

Pero es que además se tiene la sensación de estar invadiendo pacíficamente estos países. París o Roma están llenos de turistas españoles, sobre todo de estudiantes aprovechando las excursiones de Pascua. Gritan tanto como los italianos y comienzan a hacer botellones en las plazas del Trastévere porque dicen que no hay donde ir de noche y las copas están muy caras. No sé si les sonará de algo.

Estos días hemos estado en los mentideros europeos a costa de las elecciones y aún quedan en el aire los ecos de las lecturas que medios y políticos han hecho de ellas y a la vez de nuestro país. Casi unánimemente, las referencias a España son elogiosas y el triunfo de Zapatero ha sido recibido como consecuente con su gestión y con la oposición tremendista de Rajoy. Del triunfo socialista se valora sobre todo algo que nosotros mismos hemos subestimado: y es que se ha logrado a pesar de la Iglesia Católica, algo casi miracoloso visto desde Italia.

Emociona ver por toda Roma un cartel que reza La Espagna è socialista, adesso noi (España es socialista, ahora nosotros). No oculto mi simpatía con esta izquierda italiana tan errática que Walter Veltroni, actual alcalde de Roma, quiere reformar tomando como referencia a Zapatero (Il Reformista). Pero es casi ternura lo que siento por ella, frente a la abominación por todo lo que en contra-valores, prácticas mafiosas e ideología prefascista representa el bufo Berlusconi. Su último berrido intelectual ha sido la respuesta a una mileurista a la que ha recomendado casarse con un millonario para salir de su situación. ¿Qué bonito, qué castizo, qué popular y qué gracioso! Y es que cuando los nuevos ricos llegan a la corte suelen convertirse en bufones, sean Pierrots o Polichinelas.