Alonso, en el segundo pelotón
Sin ninguna opción para ganar en Australia salvo debacle de Ferrari y McLaren, el asturiano intenta acostumbrar el cuerpo a su nueva etapa lejos de las deseadas victorias
Actualizado:La frase sonó demoledora en el Albert Park de Melbourne. «El año pasado estaba preocupado por todos los detalles, del viento, de si uno paraba en la vuelta 21 o el otro en la 19. Este año me da un poco igual». Por extraño que parezca, por chirriante que resulte a una afición nueva acostumbrada al éxito, el que habla es Fernando Alonso, decimotercero en los primeros entrenamientos de la temporada. El mismo tímido que detesta perder, el tipo combativo que cambió los hábitos y levantó audiencias millonarias, se muestra ahora conformista, sin la escarapela de la victoria al final del camino. Se siente feliz, dice, pero está en el segundo pelotón de la Fórmula 1.
Alonso abandonó McLaren por su salud laboral. Rompió su contrato por un instinto primario, elemental. La necesidad de cualquier persona por rodearse de un ambiente de trabajo potable. Él, que suele tomarse las cosas a pecho, que no suele callarse cuando ve algo que no le gusta, descubrió bajo la carpa de McLaren un clima podrido. La escudería británica disponía de un coche ganador y una garantía financiera para su sueldo multimillonario o dos. Renault le ofrecía el viejo aroma del hogar, un salario poderoso, la profesionalidad de sus trabajadores y un monoplaza lento, carente de solvencia para llegar al nivel de Ferrari y McLaren. Alonso eligió Renault.
Su espíritu competitivo, ese instinto arrebatador para pelear por los triunfos, podría haber quedado maltrecho en este arranque de la temporada, en el que ningún vaticinio incluye la victoria. Sin embargo, el asturiano se declara satisfecho. Felizmente emparejado después de un divorcio. Y emplea toda la escala de imprecaciones del diccionario para demostrarlo. «Estoy extramotivado», «Fantástico de ánimo», «Más motivado que nunca». Y lo dice sonriendo al calor achicharrante de Albert Park.
No parece una pose. Zascandilea con éste y aquel, bromea sobre sus zapatillas verdes, sobre el berenjenal que tiene su amigo Kubica en la cabeza, se interesa por las posibilidad de que Alberto Contador corra el Tour y todavía no ha dado una contestación seca en alguna rueda de Prensa, síntoma inequívoco de que algo le incomoda. Al contrario, echa lisonjas a Hamilton sentado a su derecha y corresponde al lenguaje políticamente correcto del inglés, que suena tan falso como el del propio asturiano en ese punto.
El Renault R28 no es el coche de sus sueños y no funciona al primer nivel, probablemente lastrado aún por el cambio a un único fabricante de neumáticos (con Michelín logró los títulos, con Bridgestone no carbura). Pero eso no parece desalentar al asturiano, que completó dos estadísticas para frotarse los ojos en la primera sesión de entrenamientos oficiales del año, sexto por la mañana y decimotercero al mediodía.
«No estamos ni mejor ni peor de lo esperado, no ha habido ninguna sorpresa -comenta-. Ferrari está en un nivel aparte y luego están los demás equipos. A veces estamos delante unos, a veces otros».
El estreno de Renault en pista dejó las mismas sensaciones del año pasado. Tufillo a desastre. Nelsinho Piquet fue decimonoveno en la segunda sesión. Sólo los Super Aguri y el novato francés Bourdais fueron peores que el brasileño, cuya bisoñez ha quedado retratada en los entrenamientos invernales del equipo. Lejos de Raikkonen, el campeón mundial de 2008, de Hamilton, fuente de sus problemas en McLaren, de Massa y Kovalainen, Alonso no se concede ninguna posibilidad de ganar en Australia y escasas de llegar al podio. Pero garantiza que lo prefiere así: «Estoy contento y con ganas de ver realmente qué puesto nos corresponde en la actual parrilla».