Manuel Ruiz, que vive en el piso que está encima de la casa del detenido, relata lo ocurrido en presencia de su hija Elvira. / NURIA REINA
CÁDIZ

Desalojan dos fincas en Santa María tras amenazar un vecino con volar su casa

El hombre, que quería suicidarse, se encerró en su piso, cortó la conducción de una bombona para que se escapara el gas; fue reducido antes de prender fuego Una cuñada recibió una llamada suya en la que le anunciaba que iba a morir

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Los residentes de las fincas número 24 y 26 de la plaza La Merced no pudieron pegar ojo en la madrugada de ayer. Como algunos de ellos confesaron a este medio, tenían aún el miedo en el cuerpo. El temor era tal que alguno se resistió a encender cualquier aparato eléctrico durante la larga noche que les tocó vivir. Uno de sus vecinos estuvo a punto de suicidarse con un método que hubiera provocado una tragedia mayor si llega a cumplirse su deseo: que su casa saltara por los aires con él dentro.

Una llamada telefónica libró a este enclave del barrio de Santa María de un luto doloroso. Sobre las diez y media de la noche, en la Comisaría Provincial se recibía el aviso angustioso de una mujer que pedía ayuda. Su cuñado, que se encontraba ebrio, acababa de decirle por teléfono que iba a poner fin a su vida.

Esta amenaza fue tomada en serio porque A. C. R., de 62 años, lleva sumido en una depresión desde que en diciembre pasado falleciera su esposa. Así lo explicó él mismo a los agentes cuando fue reducido. Su cuñada, con la que convive junto con su hija en el primero izquierda del número 26, también lo sabía y por eso no dudó en llamar a la Policía Nacional.

Una patrulla se acercó a esta finca para comprobar si lo relatado era cierto. Pero no fue necesario hacer muchas averiguaciones: nada más entrar en el portal los agentes detectaron un fuerte olor a gas que salía de la vivienda de A. C. R., explicaban ayer fuentes policiales.

Niños llorando

El riesgo de que este vecino cumpliera con su palabra era cada vez mayor. Los policías avisaron a los bomberos y mientras los efectivos del parque de Cádiz llegaban, se ordenó el desalojo de la finca número 26 y de la anexa como medida de precaución. En total, siete familias abandonaban sus hogares pasadas las once de la noche. Una de las afectadas, Manuela Nuño, recordaba ayer por la tarde el llanto de los niños. «No nos dejaban acercarnos a nuestras casas. Algunos se quedaron en el centro de la plaza. En cambio nosotros preferimos irnos más lejos porque temíamos que en cualquier momento estallara la casa. Los niños no paraban de llorar porque no entendían muy bien qué hacían en la calle, en plena noche. Algunos fueron sacados de la cama en segundos».

La Policía no ocultó lo que estaba ocurriendo a estos ciudadanos, que desde el primer momento sabían el motivo del desalojo. «Fueron llamando a los porteros y diciéndonos que había un hombre que quería suicidarse prendiendo fuego». Manuela, que vive en el bajo colindante a la casa de A. C. R., olió el gas nada más salir de forma apresurada de su piso. «No sé lo que hubiera podido ocurrir. Pero había mucha acumulación de gas».

Los bomberos no se atrevían a abrir a la fuerza la puerta del vecino trastornado por si ese violento gesto pudiera desencadenar un estallido y el propio inquilino hizo oidos sordos al llamamiento que le hacían desde el exterior para que depusiera su actitud. Pero un sobrino de A. C. R. llegó a tiempo para entregar a los agentes una copia de las llaves.

Resistencia sorprendente

Con el acceso franqueado, los bomberos instruyeron a los policías para que no dieran ningún paso en falso como encender la luz o conectar cualquier sistema eléctrico. Aún desconocían qué se iban a encontrar en el interior de la vivienda, pero el olor no hacía presagiar nada bueno. «Uno de los policías salió con la cara descompuesta y me dijo que había estado dentro sólo unos segundos y estaba ya mareado. No me explicó cómo este hombre pudo resistir tanto tiempo dentro sin intoxicarse». Ésta es una de las anécdotas de una larga noche que a Manuel Ruiz, quien tiene su vivienda justo encima de la de A. C. R., le va a costar mucho olvidar.

Los agentes descubrieron al vecino trastornado tumbado en el suelo, describieron fuentes policiales. En una de sus manos llevaba un mechero que iba a encender. Los primeros síntomas de intoxicación por inhalación le habían dejado aturdido. Para poner fin a su vida, había cerrado todas las ventanas de su casa y había cortado el tubo de plástico que conduce el gas de una bombona de butano.

La Policía pudo reducirlo, aunque con grandes esfuerzos, porque A. C. R. se resistía a no cumplir con su palabra. Pero finalmente fue sacado de la vivienda.

El piso fue ventilado y en él encontraron dos botellas de alcohol completamente vacías; lo que explicaba el estado ebrio del afectado y además de la bombona manipulada, había otras dos más. Las mismas fuentes policiales señalaron que si hubiera encendido el mechero, la explosión hubiera tenido unas consecuencias fatales.

El suicida frustrado fue detenido y llevado al hospital Puerta del Mar para que le hicieran un reconocimiento. Posteriormente fue llevado a la Unidad de Psiquiatría del centro hospitalario de Puerto Real, donde ha quedado ingresado por recomendación facultativa. Ahora sus vecinos temen que cuando salga vuelva a intentarlo.

stubio@lavozdigital.es