ANABOLIZANTE

Humanidad

Aunque sea un tópico, aunque sea un argumento manido yo insisto, no se cómo hemos olvidado tan pronto que nosotros también fuimos emigrantes.

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Después de una campaña electoral en la que se ha insistido, en algunos sectores especialmente reaccionarios, en que lo primero es el bienestar de los españoles, en la que se intentaba captar el voto de los ciudadanos con argumentos bajo los cuales yacía un tufillo cuasi xenófobo, a mí me apetece romper una lanza en favor de las personas que vienen de fuera a buscarse la vida.

Mi experiencia personal no es la de una banda del este atracando mi chalé, ni la de una mafia de colombianos ajustándome las cuentas por un asunto de drogas. Sé que los hay, como también moros que tiran de los bolsos y carteristas rumanos que en alguna ocasión me han desplumado sin darme ni cuenta. Pero por cada uno de estos delincuentes, yo me encuentro a cuarenta mujeres que han dejado a sus hijos en su país para venir aquí a cuidar a los hijos de otros. Me encuentro a cien muchachos que caminan pacientemente por el parque ofreciendo su brazo a los ancianos de los que no tenemos tiempo para hacernos cargo. Por cada robo cometido por un inmigrante, hay trescientos ecuatorianos trabajando de camareros de sol a sol, llenando de humanidad y de buena educación puestos de trabajo que un español ocuparía con el ceño fruncido y palabras hostiles. Lo primero los españoles, sí, pero resulta que cada inmigrante que aquí trabaja se deja parte de su sueldo en impuestos, como un español más, y si eso no le da derecho a disfrutar de esta España y de nuestra sociedad de bienestar como cualquiera de nosotros, pues a ver qué clase de seres humanos somos. Hacen los trabajos que nadie quiere, y traen al mundo los hijos que mañana pagarán nuestras pensiones. Y por si fuera poco, lo hacen con la mayor de las sonrisas y una humanidad que aquí ha quedado relegada a los círculos más íntimos, y a veces ni eso.