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Chikilitongo

TVE no debería pasar por alto las acusaciones, bastante graves, que se han vertido contra ella a propósito del caso Chikilicuatre. Si son mentira, debería demostrarlo y actuar contra los denunciantes; pero si son verdad, debería poner de patitas en la calle a los implicados en el asunto, porque estaríamos ante un ejemplo flagrante de tráfico de influencias, por atenernos al más leve de los supuestos.

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Las denuncias parten, sobre todo, de los eliminados en la fase final, que quieren querellarse contra TVE. No es una denuncia neutral; pero nadie les negará el derecho a pedir justicia, sobre todo si lo que dicen es verdad. Fundamentalmente claman contra la eventual coincidencia de intereses entre los directivos de TVE, los de La Sexta, la productora de Buenafuente (El Terrat) y el Chikilicuatre en cuestión. ¿Supuestas pruebas? Sobre todo, un argumento de sospecha: el director de TVE, Javier Pons, fue director general de El Terrat antes de pasar a dirigir la cadena pública, y El Terrat es precisamente la principal beneficiada por la elección de Chikilicuatre.

Puede ser sólo una casualidad, aunque llama la atención que TVE vaya a ceder a El Terrat los derechos de imagen y de autor que genera el festival de Eurovisión, según dicen los damnificados. Son muchos millones de euros circulando por el pasillo, y en el centro del circuito aparece Javier Pons. Los perjudicados por la elección de Chikilicuatre dicen que las bases del concurso proscriben las canciones con letras de contenido político, pero la canción elegida no cumplía ese requisito y, de hecho, ahora hay que cambiarle la letra. Entonces si era obvio que iba a ser preciso cambiar la letra, ¿por qué lo permitieron? Entramos en el juicio de intenciones, donde no puede dejar de subrayarse la colusión de intereses entre TVE y Mediapro. Es verdad que El Terrat está en La Sexta, que Mediapro está en La Sexta y que TVE ha convertido a Mediapro en uno de sus principales proveedores. Y, hombre, todo esto es como lo de la mujer del César: no sólo debe ser honesta, sino parecerlo. Las convulsiones de la vieja Roma no desmerecen de los follones de la nueva RTVE. Lo dicho: TVE tiene que hablar.