Videojuegos
CALLE PORVERA Soy consolero. Sí, ¿y qué? Me encanta partirme los dedos delante de mi Play. ¿Acaso es malo? En cantidades industriales, obviamente sí, pero si no se abusa de ello es tan enriquecedor como cualquier otra afición. Si el cine es cultura, ¿por qué no pueden serlo los videojuegos? Además, parece más que demostrado que el ocio del futuro irá completamente vinculado al mundo virtual electrónico, pues, de hecho, las cifras económicas que se mueven actualmente por culpa de este sector ya superan a las del cine.
Actualizado: GuardarNo soy muy de Wii, ni de Nintendo DS (ya saben, las últimas máquinas de la compañía japonesa), pero tengo que reconocer que este tipo de videojuegos han servido de eslabón para una gran parte de la sociedad que no conocía este tipo de diversión. Y quien dice diversión dice aprendizaje, pues Nintendo ha encontrado su filón de oro en los videojuegos de entrenamiento mental, utilidades como mapas o GPS o cursos de idiomas, por ejemplo. A esto hay que unirle el meritorio trabajo de Wii. Esa extraña consola ha logrado hacer algo que antes sólo habían hecho Fernando Alonso y las campanas de fin de año: unir a toda la familia delante del televisor para que sus miembros disfruten juntos de unos ratos de diversión.
Hace aproximadamente diez años, cuando el sector no había llegado al nivel de asentamiento en el que ahora se encuentra, recuerdo que mi madre me recriminaba lo siguiente: «Llegarás a los veinticinco años y todavía estarás con el pin pin pin pin pin de los jueguecitos». Efectivamente, tenía razón, aquí sigo, pin pin pin pin... pero mamá, ya no estoy solo, por suerte me acompaña la nueva generación.