La leyenda del viejo ganadero
El creador de la ganadería de Cebada Gago, Salvador García Cebada recibió en la Diputación de Cádiz un multitudinario reconocimiento a su trayectoria
Actualizado: GuardarA Salvador García Cebada -Paterna, 1918- no le gusta hablar, si no es para susurrar sus historias de toreros locos a los animales que pastan en la Zorrera de Medina Sidonia, la geografía verde donde vive la leyenda de los toros valientes de Cebada Gago. Es la misma mezcla de casta y brechas en los muslos que dado una vuelta de tuerca a decenas de miles de corazones en los tendidos del mundo. Al genio tranquilo y viejo de Cebaíta, como lo llaman sus amigos, también le asustan los sitios con mucha gente, y sin embargo ayer tuvo que tragar saliva para enfrentarse a un multitudinario homenaje en el que sus admiradores le dijeron quién era y a qué representa: la historia contemporánea del toro bravo. El Salón Regio de la Diputación Provincial donde se le rindió tributo se quedó pequeño y las ovaciones se oyeron francas en los pasillos del palacio donde se instalaron hileras de sillas e incluso una pantalla para los que no cabían, que fueron muchos.
Los nombres que congregó el Seminario de Equipos Veterinarios y Presidenciales de Andalucía hicieron justicia al ganadero. Pese a la dureza de sus animales, a su lado se sentaron toreros como Juan José Padilla o Pepín Liria, compañeros como Álvaro Domecq Romero o Eduardo Miura, empresarios como Eduardo Canorea, periodistas como José Luis Carabias y hasta políticos como Manuel Jiménez Barrio o José Antonio Gómez Periñán. Y los veterinarios Antonio Villa y Antonio Muñoz que desglosaron la vida del ganadero en un montaje de fotografías y vídeo.
Manso y bravo
Sonaba la banda sonora de La vida es bella y en la pantalla se narraba la historia de bravura de Salvador y los suyos, desde que Belmonte se encaprichó con su caballo alazán y consiguió así sus tres primeras vacas de Guadalest. Aquellas las cruzó con las mansas que criaba su familia e hicieron de las suyas por las calles de la provincia. Más tarde vino la esperanza frustrada con la compra del hierro de Cristina de la Maza -la C invertida y la M que son hoy su enseña- y otras 60 vacas de Carlos Núñez que iban para el matadero. De ahí, con los consejos -no siempre escuchados- de Álvaro Domecq y sus propias ideas llegó a los carteles de las figuras. Más tarde, a las corridas en las que se anuncian los toreros con poder después de un cornalón que se llevó El Niño de la Capea en Sevilla. «Entonces, me pusieron el sello de torista y ya no me quisieron las figuras».
Con todo, el tipo de toro en el que él creyó, el que «pide los papeles», «el que no permite la duda», el que «que reconoce todo el mundo» -dijo Eduardo Miura- ha llegado a las cuatro esquinas del planeta taurino. Decir Cebada en Pamplona, Nimes, Sevilla o El Puerto es decir mucho y ayer lo sabían todos, incluso el viejo ganadero que por fin se decidió a hablar: «doy gracias a todos los que han creído en mis toros». No hacía falta más.
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