Eurovisión
El sábado, en plena jornada de reflexión y después de ver el desastroso partido del Cádiz en Eibar, me senté ante el televisor con la sana intención de pasar una agradable velada. Me habían comentado que esa noche se decidiría mediante una nueva fórmula la canción que nos representaría este año en Eurovisión.
Actualizado: GuardarLos que, como yo, peinamos canas y hemos sido fieles sufridores de esta gala televisiva desde sus inicios, no podemos remediar el morbo y la seguimos cada año para ver si se vuelven a reproducir los laureles conseguido con el La,la,la de Masiel o el Vivo Cantando de Salomé.
Ya sabemos que últimamente se notan mucho más los amaños en las votaciones y sólo ganan los países que se autovotan unos a otros de una manera descarada. Hace unos años se intentó crear una notable expectación con los niños de Operación Triunfo y la candidatura de Rosa, Bisbal, Chenoa etc., pero como era lógico se volvieron a estrellar.
Entiendo que después de las criticas recibidas la televisión estatal ya no sepa qué hacer para elegir una canción ganadora, pero el esperpento del pasado sábado raya en lo surrealista. Poco a poco fueron desfilando por el escenario las diez canciones seleccionadas para la ocasión de la mano de Rafaella Carrá (¿no había en España otra presentadora?). No había ninguna que mereciera la pena. Casi todos los cantantes desentonaban y las canciones eran horrendas. Llegadas las votaciones finales, ante el asombro de todos, se conoció la ganadora: «El Chiki chiki, interpretada por Roberto Chikilicuatre». Vaya desmadre. José Luis Uribarri, entre bromas y veras, intentó marcharse del plató pero lo aguantaron y Rosa (la de OT) no sabía qué decir de ella. Si eso es lo que nos va a representar sería mejor no participar. Lo de Eurovisión ya no tiene arreglo, pero esta no creo que sea la mejor forma de ponerlo en evidencia.