La hora de la verdad
El presidente Musharraf fijó por fin para el lunes la sesión de apertura de la nueva legislatura y lo hizo ayer apenas un par de horas después de que un doble atentado ensangrentara de nuevo Lahore, la capital del Punjab, donde cerca de treinta personas perdieron la vida.
Actualizado: GuardarHace ocho días otro ataque ya produjo muchos muertos en la misma ciudad, en la sede de la Academia Naval. El repunte de la violencia solo ha dejado unos días de calma al país tras las disputadas elecciones de febrero, que relegaron al partido oficialista (Liga Musulmana-Q) al tercer puesto, lejos del PPP de la familia Bhutto y de la Liga Musulmana-N del ex primer ministro Nawaz Sharif.
Estos dos partidos, como estaba previsto, alcanzaron un acuerdo de legislatura para formar un gobierno de coalición, pero si quieren disponer de una disciplinada mayoría de dos tercios que pueda impulsar nada menos que la destitución de Musharraf vía retoque constitucional deberán negociar mucho más todavía con terceros y formaciones de extracción muy diversa y dudosa fiabilidad.
La hipótesis de que el nuevo Supremo bajo el impulso de sus populares antiguos titulares consideren la destitución ahora de Musharraf dando por retrospectivamente nula su reelección es sólo una posibilidad muy complicada en términos puramente políticos. Entre otras cosas porque el líder del PPP, Asif Alí Zardari, el viudo de Benazir Bhutto, está bajo fuerte presión de su aliado norteamericano para que se muestre comprensivo con el general.
Sea como fuere, el lunes se abre el nuevo y genuino proceso político del que, juiciosamente, las fuerzas armadas parecen por completo ausentes, lo que en Pakistán es una noticia. El sucesor de Musharraf como jefe militar, general Keyali, ya hizo saber que no interferirían. Mientras no sea estrictamente necesario, se entiende.