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Los Lugares Marcados | Un domingo cualquiera

Escribo este artículo, que se publicará el miércoles, en el mediodía de un domingo. Un domingo cualquiera y, sin embargo, un domingo que debería ser celebratorio, especial y señalado: un domingo de elecciones.

JOSEFA PARRA
Actualizado:

Para cuando ustedes lean el artículo, los resultados ya habrán sido analizados desde todos los puntos de vista, y las encuestas habrán acertado las unas y fallado las contrarias, como en cada ocasión en la que se nos convoca a las urnas. Lo normal. Porque las votaciones y toda la parafernalia que las rodea empiezan ya a ser cosa habitual por repetida; pero esa normalidad (que en alguna ocasión se ha confundido con la desilusión) hoy me parece deseable.

Yo he votado como quien va a comprar el pan, con la misma tranquilidad, y después he ido a pasear por el centro, y a buscar un bar donde sentarme a tomar una copa y a leer la prensa dominical. He saludado a unos amigos, he escuchado a los músicos ambulantes de la calle Larga, he sonreído a dos ancianos que disfrutaban con los ojos entrecerrados el exiguo sol de marzo. Y me he sentido afortunada.

Hoy ha habido personas que no han podido ejercer de esa manera confiada su derecho al voto. Ha habido un hombre, en un municipio del País Vasco llamado Arrasate Mondragón, que no podrá hacerlo nunca más; y seguro que ha habido muchos otros, mujeres y hombres, en montones de pueblos y ciudades de esa comunidad, que tampoco lo han hecho, o que lo han hecho con miedo, mirando hacia los lados, no fuera a ser que un vecino, un conocido, incluso un familiar, les mirase mal, les apuntase en la lista negra de los creyentes en la democracia y un día les señalase ante los verdugos de ETA. Mi libertad de hoy, la tranquilidad con la que la disfruto, no pueden hacerme olvidar que hay quienes hoy, domingo 9 de marzo de 2008, no tienen esa suerte.