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Los rivales de Alonso
El piloto español ha regresado a Renault para intentar un nuevo asalto al campeonato que consiguió en 2005 y 2006
Actualizado: GuardarEl desenlace de la temporada 2007 ha simplificado los pronósticos. Ferrari y McLaren viajaron en globo, mientras los demás pisaron tierra firme. El Mundial 2008 arranca con un vaticinio sencillo: todos siguen en el mismo vagón. Raikkonen es el favorito en las apuestas, pero crece la expectación por conocer el rendimiento de Lewis Hamilton solo en McLaren. Pero se unen otros nombres. Felipe Massa, Nick Heidfeld o Heikke Kovalainen son algunos de los rivales que tendrá que superar el español Fernando Alonso para intentar el asalto al campeonato que ya logró en 2005 y 2006. El morbo de su rivalidad con Hamilton y el rendimiento que le pueda sacar a un coche menos competitivo como el Renault serán dos claves de la nueva temporada de la F-1. Del staff de Ferrari se ha descolgado el padre deportivo de Felipe Massa. Jean Todt ha dejado la dirección del equipo después de quince años en los que levantó un imperio ganador con Michael Schumacher y Ross Brawn. La tradicional docilidad de Massa para interpretar su papel de gregario en Ferrari podría tener las horas contadas a partir de esa salida.
El brasileño se ve ganador, pese a que su exuberancia competitiva le haya jugado malas pasadas. Se calienta más de la cuenta. Y sin la autoridad de Todt, puede comenzar a discutir la hegemonía de Kimi Raikkonen.
Ascendió a titular desde el asiento de probador a la sombra de Schumacher -ahora su amigo y dicen que preparador personal- y entiende que ha llegado el momento de dejar volar su ambición. Compañero modélico y ¿primer rival para Raikkonen? Heikki Kovalainen ha ingresado en la Fórmula Uno como suplente oficial de Fernando Alonso. Fue su sustituto en 2007 en Renault, en el año de su estreno, y vuelve a reemplazarle en McLaren. En su segundo curso ha dado el salto, aunque nadie le imagina discutiendo por el número uno con Lewis Hamilton.
Kovalainen ha accedido a un coche ganador y a partir de esa premisa se le va a exigir. Todo lo que no sea escalar a los podios, pelear por los puntos o molestar a los Ferrari se interpretará como escaso en una escudería que sufrió de lo lindo el año pasado.
Tutelado por Briatore -su jefe y mánager el año pasado en Renault-, el finlandés llegó a McLaren por uno de esos misterios de la F-1 (Briatore y Dennis no se hablan). Las gentes del paddock valoran su plena dedicación al trabajo invisible y su pasión por el mundo de las carreras. Si es que Raikkonen es así, gusta decir a los kiminólogos, los expertos en desentrañar el comportamiento de este finlandés conciso, amable, especie de conejillo asustado que se mueve ancho por el paddock de la F-1. Para eso es el campeón, el más rápido.
A los ingenieros, jefes y pilotos les exaspera su indolencia, ese movimiento de hombros encogidos bajo el lema «no pasa nada». Raikkonen es capaz de preguntar a qué hora son los entrenamientos cuando toda la vida se han celebrado en el mismo lapso.
En Ferrari nadie le critica porque ha ganado en su primer año, pero no falta quien desliza que no encaja. La gente estaba acostumbrada a psicópatas del taller como Schumacher, no a leves indicaciones.
Raikkonen es más favorito que nadie, fiel a su norma: los resultados en la pista son mejores que cualquier discurso. El morbo latente que planea sobre la temporada consiste en analizar el rendimiento de Lewis Hamilton al frente de la nave McLaren sin Fernando Alonso a su lado. Por uno de esos vericuetos indescifrables de la pasión que provoca el deporte, el británico se ha transformado en piloto non grato para el público español. El aficionado quiere que pierda, como los equipos de fútbol de Sevilla o el Madrid y el Barça.
Hamilton llegó a la Fórmula Uno como un huracán (primer piloto negro, mejor debutante de la historia, cuatro triunfos y el título perdido en un final cómico) siempre a la sombra de su padre, el otro descubrimiento de la temporada.
El efecto sorpresa ya pasó: el inglés dispone del segundo mejor monoplaza de la parrilla, luce galones de líder en McLaren y en réplica a la ambición que ha demostrado, se le exige el título. Las trazas invisibles de Nick Heidfeld, su pose lánguida y gris en un mundillo donde el glamour, la foto y la imagen son tan determinantes como la capacidad de pilotaje, chocan de frente contra el juicio favorable que tienen las gentes de la F-1 sobre él. Podrá ser tristón y casi desconocido, pero cuenta con el aval de una profesionalidad a prueba de bomba.
Ni siquiera es el favorito de su país. Sin ningún Schumacher en la parrilla después de 18 años, Alemania tiene para elegir entre Heidfeld (BMW), Rosberg (Williams), Glock (Toyota), Vettel (Toro Rosso) y Sutil (Force India).
Sin embargo, la espera puede derivar en abundancia. Hay coincidencia general en que BMW es la escudería que más progresos ha evidenciado en los últimos años. El coche y el equipo funcionan, y es posible que el paciente Heidfeld pueda lucir al fin.