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Fracaso absoluto

No seré yo quien ponga en duda las decisiones técnicas de Calderón. Nadie mejor que el entrenador, persona que convive a diario con sus jugadores y que sigue, minuto a minuto, sus evoluciones en los entrenamientos, para determinar cual es el once ideal que ha de saltar al terreno de juego cada siete días. No comprendo su inicial persistencia con Nano, ahora defenestrado, ni la tardanza en colocar de titular a De La Cuesta, ni la presencia obligada cada domingo de algunos de los nuevos fichajes en detrimento de los dos goleadores del equipo, pero a buen seguro que bastarían diez minutos de conversación con el técnico gaditano para convencerme de lo contrario.

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Ahora bien, cuestión distinta son sus desafortunadas declaraciones de la pasada semana respecto a que luchar por la permanencia no sería ningún fracaso. Primero, porque aún cuando lo pensara, no debería jamás manifestarlo en virtud de su cargo. Y segundo, porque a falta de más de un tercio de liga, 15 jornadas y 45 puntos, resultó inaudito que ese fuera el mensaje de ilusión y esperanza transmitido a la sufrida afición cadista, más aún cuando, hace menos de dos meses y una vez llegadas las tres cesiones de invierno, afirmaba tener una plantilla competitiva para aspirar a todo.

Coincido plenamente con nuestro presidente cuando responde al míster que luchar por la permanencia sería un fracaso absoluto. Es más, deambular sin pena ni gloria en las últimas jornadas, salvados del descenso pero sin aspiraciones de lo contrario, sería igualmente un rotundo desastre, el segundo consecutivo para más señas. Pero eso ya no es culpa de Baldasano, Calderón, Oli o García Remón, sino del mismo que no dudó en afirmar, tras malvender a Lucas Lobos y pedirle a Benito el favor de cedernos a Natalio, que «la plantilla se ha compensado tras realizar un esfuerzo económico importante». Y de la falta de testiculina de algunos jugadores.