ESPAÑA

El cuarteto

Javier Arenas perdió el pasado domingo por tercera vez su carrera hacia la presidencia de la Junta y, sin embargo, fue el triunfador de la noche. Qué hombre, qué carácter tan dicharachero y engañoso. Perdió pero, a la vez, logró lo que líderes muy reconocidos y contrastados nunca lograron en la durísima carrera de alta montaña que es la contrarreloj en línea de ese «coll» que se llama Presidencia de la Junta. Gente como Antonio Ortega, Luis Carlos Rejón, Julio Anguita, Pedro Pacheco o Antonio Hernández no pudieron ni pisar la línea de llegada.

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Pero también hay que hablar de Diego Valderas, el lugareño del Condado de Huelva que defendió los seis escaños de la coalición sin una mala coca-cola en el zurrón de campaña conquistando su escaño en Huelva ante la sorpresa de propios y extraños mientras el doctor Llamazares se hundía en Madrid y presentaba su renuncia definitiva. Esta gente de IU-CA vienen de muchas refriegas internas y, naturalmente, los supervivientes tienen como un sexto sentido parecido al de aquellos espías de la guerra fría.

No podemos olvidar al benjamín del cuarteto de candidatos: el ecijano Julián Álvarez, que fue tejiendo durante la campaña, con paciencia de artesano antiguo, los mil despojos de lo que fue brillante andalucismo en el paleolítico predemocrático. Y también se quedó fuera el muchacho, hijo de un ilustre andalucista. Porque no lo duden: la política es la actividad humana más sinuosa, procelosa, complicada e ingrata de todas las que hay constancia. Como enamorarse de una espía doble con furor uterino. Pero Álvarez lo ha dicho sin que sonara a epitafio: «Seguiremos».

Y, arriba, en la pana del poder no sé cuántos años ya, don Manuel Chaves González, ex profesor universitario, ex amigo de Alfonso Guerra, incondicional de Felipe González, hombre cauteloso como un indio fuera de su reserva, lector de novelas negras aunque aún no conoce al sueco Henning Mankell. Y nunca será pregonero de la Semana Santa de Sevilla ni se irá de copas hasta las tantas con un periodista de la Cope.

Pero tiene un factor común con todos los humanos. Sueña. Y su último sueño es que una señora le suceda en el cargo. Al señor Guerra González, Alfonso, no le hizo nada de gracia, pero tampoco se mordió la lengua, de forma que vino a decir el señor presidente (en funciones) de la Comisión Institucional de Congreso algo así como «abrir el debate de la sucesión así es una tontería» Bueno, tampoco estamos hablando de Felipe II ni de Francoise Mitterrand.