Claroscuros para Pekín
España no muestra una evolución positiva en su camino hacia los próximos Juegos Olímpicos
Actualizado:Unos, mirando el medallero, hablan de fracaso. Otro, analizando todas las circunstancias, habla de notable alto. Pero todos, unos y otros, analistas y presidente, atisban la Gran Muralla al fondo. Es año olímpico. Palabras mayores. Ni siquiera un Mundial en casa, como el que acaba de organizar Valencia, consigue olvidarlo. Sólo ha sido un eclipse parcial.
Valencia, y más a toro pasado, se ha convertido en un test para Pekín. Para ser un fracaso tiene que haber pequeños fracasos, atletas que se derrumban en la pista. Y, salvo alguna excepción aislada, no ha sido el caso. Pero para sacar una nota alta hay que aparecer en el medallero con algo más que una raquítica medalla de bronce. Y tampoco ha sido el caso.
Juan Carlos Higuero salvó el honor con su tercer puesto en 1.500. El de Aranda es un atleta que cada año está más cuajado. Su ciclo olímpico está siendo casi impecable. Su fracaso en los Juegos de Atenas dio paso a un nuevo bucle olímpico en el que no ha tenido un año en blanco. Medalla en cada temporada. Higuero pasa a formar parte del Olimpo de atletas españoles, aquellos que siempre que compiten aspiran a una medalla, como Paquillo Fernández, Marta Domínguez y Mayte Martínez.
La vallisoletana, precisamente, fue uno de los tiros al poste de un ying totalmente equiparado ya al yang del atletismo español. Las chicas son guerreras. Mayte Martínez dejó pasar una gran oportunidad de convertirse en campeona del mundo. Quizá por culpa de una fascitis plantar que le ha impedido trabajar en invierno como hubiera deseado. El año pasado sí pudo hacerlo y en verano subió al podio del Mundial al aire libre. Pero incluso este desliz le reafirma en el vagón de las aspirantes a las medallas en cualquier competición planetaria. Como Ruth Beitia, líder de una generación de saltadoras como nunca ha habido en este país. La cántabra tutea a las mejores del mundo y pule su técnica para hablar con ellas encima de un podio. El muro, quién sabe si psicológico, de los dos metros es su gran enemigo.
El fondo no está tan boyante como los saltos. Los crosses aportan unas recompensas económicas que el atleta no encuentra en la pista. En Valencia se ha notado. Los lanzamientos, en cambio, muestran la evolución del atletismo español, cada vez más equilibrado. Aunque la pista cubierta no permite comprobar su afinación previa a Pekín, salvo en el caso de Manolo Martínez, quien difícilmente volverá a luchar por las medallas.
Las vallas, en cambio, alumbraron el nacimiento como española de Josephine Onyia, que protagonizó la escena más triste al tropezarse cuando iba a por la medalla de plata. La atleta está llamada a ser un referente en el futuro, aunque en Pekín ya estará preparada para elevar a España en el medallero. En el Nido de pájaro, el estadio olímpico, España volverá a encomendarse a los de siempre: marchadores, maratonianos y a santa Marta Domínguez, siempre infalible.