Victorias socialistas
Las elecciones de ayer dieron la victoria al PSOE, que con 169 diputados se verá obligado a afrontar la legislatura con apoyos que le garanticen la gobernabilidad, pero también con la obligación inexcusable de procurar el entendimiento con el primer partido de la oposición. En una jornada de muy alta participación electoral, marcada por el asesinato de Isaías Carrasco, los resultados del Partido Popular fueron especialmente reseñables, incrementando en seis sus escaños de 2004, que junto a su posición en el Senado indican que su concurso durante los próximos cuatro años va a ser crucial. El bipartidismo se ha visto favorecido por la polarización entre los dos grandes partidos. Pero también es el reflejo de una clara inclinación ciudadana hacia las dos únicas opciones que tenían posibilidades de acceder al Gobierno de España. La concurrencia del enfrentamiento político e ideológico extremo protagonizado por PSOE y PP y el atractivo de su utilidad hizo que la suma de los dos primeros partidos se convirtiera ayer en superior a la obtenida en cualquier otra convocatoria electoral anterior, acaparando más del 84% del voto de los españoles.
Actualizado:El partido de Rodríguez Zapatero salió de los comicios de ayer con un resultado electoral y político en buena medida parejo al que obtuvo hace cuatro años. El riesgo al que se enfrenta ahora es que no reconozca los límites de su propia victoria, y decida reeditar, sin más, la legislatura anterior. Los socialistas optaron durante los anteriores cuatro años por establecer acuerdos alternos o difusos con las distintas formaciones nacionalistas y con IU, evitando en todo momento la coincidencia con el PP. Una estrategia sin duda favorecida por la implacable oposición protagonizada por el partido de Rajoy. Sería de desear que en la legislatura que ahora comienza la prioridad de Rodríguez Zapatero fuera la de procurar la sintonía con el PP en todas aquellas cuestiones que conforman la política de Estado. Pero para ello resulta imprescindible la asunción por parte de la formación que preside Mariano Rajoy de una disposición más proclive al acuerdo y a la coincidencia con el Gobierno, procurando el consenso en torno a aquellos objetivos comunes a toda la sociedad española que durante los anteriores cuatro años han sido utilizados precisamente para ahondar en la división entre PSOE y PP.
En Andalucía, la victoria del PSOE en los comicios autonómicos revalida la mayoría absoluta lograda cuatro años atrás y confirma una resistencia inusual a sufrir la erosión del poder. Esta representa ya la octava victoria consecutiva del Partido Socialista y la quinta liderada por Manuel Chaves, que se dispone a cruzar la segunda década al frente de la comunidad desde el Palacio de San Telmo. Cabe discutir si se trata de una duración excesiva e incluso si conviene regular la limitación de mandatos, pero desde luego constituye un éxito personal extraordinario que confirma su capacidad de inspirar confianza más allá de los estándares al uso y su resistencia al desgaste habitual en las altas magistraturas del Estado.
El PP puede enjugar su derrota con un progreso encomiable que le hace recuperar posiciones superando la cota de 46 escaños alcanzada por Teófila Martínez en 2000, nivel en el que parecía estar el techo de cristal en el que se frenaban sus aspiraciones electorales. Este éxito, sin embargo, no impedirá la reflexión interna sobre la continuidad del liderazgo de Javier Arenas tras sumar su tercer fracaso consecutivo con Manuel Chaves. Sin duda en el partido se habrá recibido con euforia el triunfo en las dos provincias de mayor dinamismo económico de la comunidad -Málaga y Almería- pero el balance global continúa topándose contra la nueva mayoría absoluta socialista.
El balance de las urnas deja a la Coalición Andalucista, abocada a una travesía del desierto llena de incógnitas tras perder la totalidad de su grupo parlamentario y no mantener siquiera el escaño de su líder. Después de tres procesos con una fuerte erosión de prestigio e implantación -el primer Estatuto, el cisma de Pedro Pacheco y los pactos desideologizados de los últimos años- no parece fácil volver a empezar. IU, en cambio, conserva sus seis parlamentarios salvando su imagen al resistir el fuerte retroceso de la coalición en las elecciones generales donde se ha dejado medio millón de votos. Sin embargo, las expectativas de IU estaban en la pérdida de la mayoría absoluta del PSOE que les habría convertido en un factor clave para la gobernabilidad adquiriendo un protagonismo institucional sin precedentes, pero la mayoría absoluta les excluye de la aritmética del poder. El bipartidismo instalado en el Congreso se reproduce así en la Cámara andaluza, de modo que las dos grandes fuerzas deberán ensayar consensos hasta ahora infrecuentes reduciendo el rodillo del gobierno y el atrincheramiento de la oposición para atender los grandes desafíos de la comunidad.