Una de proletariado fotográfico

Antonio Trujillo consiguió hacer de la fotografía un medio de vida, aunque él no se autodefine como «un fotógrafo profesional. Más bien, soy un aficionado de toda la vida». Ya su padre, Roque Trujillo, hacía fotos por la ciudad, captaba imágenes que ahora tienen un cierto valor. «Tengo una foto de mi padre del Cristo de la Expiración del año que no salieron ninguna a la calle por los problemas políticos de la II República», comenta.

Debutó en las listas del paro hace catorce años. «Vendieron la fábrica de cápsulas a unos italianos que lo que hicieron fue echarnos a todos a la calle», subraya. Así que con la edad ya avanzada y después de entregar mil currículos en distintas empresas, Antonio no tuvo otra salida que la fotografía. «Llevamos once años montando en el Rastro de la Alameda. Vendiendo fotografías cofradieras porque tengo miles de fotos de las imágenes jerezanas», aclara. Su puesto es una auténtica capilla por la que cualquier torero daría una fortuna por trasladarla de una habitación a otra de hotel. Dolorosas, crucificados y nazarenos forman un álbum completísimo de todas las hermandades de la Semana Santa jerezana.

Llaveros

Un día, Nona Castro, la mujer de Antonio, le sugirió a Antonio que hiciera llaveros con las fotos de las imágenes de Semana Santa. La idea caló en la ciudad y ahora pululan por cualquier bolsillo de un cofrade que se precie, con los titulares de la su hermandad. «Además de los famosos llaveros, también hacemos molías pequeñas para llevarlas en los coches o galletas con los escudos», afirma Antonio Trujillo.

Ahora tocan días de carretes y negativos que salen y entran de la cámara de Antonio Trujillo, el currante de la fotografía. Las cofradías harán de la ciudad un encanto de belleza y devoción popular. Antonio estará ojo avizor para captar las mejores imágenes de nuestros pasos sus estaciones penitenciales. Y después se trasladará al rastro para ofrecerlas al mejor postor.