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Tregua en América latina

El presidente de Colombia, Álvaro Uribe, ha encontrado oro puro en el ordenador de Raúl Reyes, el número dos de las FARC abatido en suelo ecuatoriano. Después de una semana de alta tensión, insultos, amenazas y ruptura de relaciones diplomáticas, el gesto del presidente colombiano de ir a saludar al presidente ecuatoriano, Rafael Correa, y al venezolano, Hugo Chávez, después de revelar algunos datos comprometedores, sirvió para solucionar, aparentemente, con un apretón de manos una crisis que había amenazado con desencadenar una guerra.

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El escenario fue la cumbre del Grupo de Río que se celebraba en Santo Domingo y fue impulsado por el presidente dominicano, Leonel Fernández . Hubo un convidado de piedra, el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, que horas antes había roto relaciones con Colombia y tuvo que rectificar al quedarse en una situación ridícula, de comparsa y marioneta de Chávez. ¿Por qué se ha solucionado así de supuestamente fácil una crisis que había disparado todas las alarmas internacionales?

Uribe ha dosificado parte de una poderosa razón: la información que contiene el ordenador de Raúl Reyes. El presidente colombiano esgrimió una carta de Reyes a su jefe en las FARC, Manuel Marulanda, en la que hablaba de la contribución a la campaña electoral del ecuatoriano Correa quien salvó la situación como pudo acusando a su oposición de no estar limpia.

Asistimos a una tregua forzada en América Latina porque las revelaciones que ahora maneja el gobierno colombiano pueden provocar muchos dolores de cabeza a las agresivas víctimas que denunciaban la acción intolerable de violar la soberanía ecuatoriana para abatir a un destacado grupo de terroristas de las FARC. La operación militar que acabó con la vida de Raúl Reyes marca un cambio sustancial en la estrategia del venezolano Hugo Chávez de extender su influencia en América Latina porque su supuesta labor humanitaria para liberar a los rehenes secuestrados por las FARC podría demostrarse, en realidad, una manipulación con relaciones estrechas con los narcoterroristas para derribar al presidente colombiano Uribe, aliado de Estados Unidos, que curiosamente se mantiene en un aparente segundo plano, como España.