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Editorial

Un deber moral

VIENE DE LA PÁG. 1

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Al acercarse hoy a su mesa electoral, cada votante andaluz será portador de tres sobres y de un homenaje imprescindible. Al depositar su voluntad política en la urna correspondiente estará expresando también su reconocimiento a todas las personas que han sido asesinadas por la barbarie y a cuantas padecen la persecución por su compromiso público. Entre ellos, los diputados, senadores y parlamentarios andaluces que se eligen hoy.

Votar en España no es, afortunadamente, una obligación, sino un ejercicio de libertad. Hay que apelar, sin embargo, al compromiso cívico expresado en las urnas, que se debilita con altos niveles de abstención como los consignados en el referéndum del Estatuto andaluz hace un año. Pero en esta ocasión, además, el deber moral del voto se aproxima a la obligación que todo ciudadano de bien tiene de mostrar su repudio al fanatismo etarra. En el País Vasco, la conquista de la libertad tiene hoy una cita crucial para que el boicot a las urnas preconizado por la izquierda abertzale no consiga más que un índice residual. Pero el reto afecta a todo el país, desde Galicia hasta Andalucía, porque la amenaza del terror se extiende a la totalidad del territorio. Así pues, el imperioso deber que los vascos tienen de replicar al terrorismo concurriendo masivamente a las urnas se generaliza al resto de los españoles, que hoy tienen la oportunidad de contribuir al triunfo definitivo de la democracia también en Euskadi. Una participación máxima constituye un valor democrático indiscutible. Cuantos más votantes concurran a los colegios electorales, mayor solidez representativa y más fuerza tendrán las Cámaras para plantar cara al desafío, y eso incluye al Parlamento andaluz con la soberanía de un pueblo solidario y comprometido con la libertad, hoy también sumido en el dolor y la rabia.

El asesinato de Isaías Carrasco ha sido replicado casi unánimemente con muestras de estupor y condena, con llamadas a la unidad y a la firmeza democrática. Pero han aflorado también unas pocas voces que se han inclinado hacia el despropósito, cuando no hacia la provocación especulando sobre los efectos y ventajas electorales de tan vil crimen. Es ante todo imprescindible que el respeto a la víctima, y desde luego la responsabilidad en la administración de los intereses comunes en una fecha tan señalada como la de unas elecciones generales y autonómicas en Andalucía impidan todo desliz que perturbe el ejercicio libre del voto o que cuestione directa o indirectamente el escrutinio final. La encendida confrontación partidaria deja paso hoy a una jornada que habría sido más festiva que combativa si ETA no hubiera logrado su objetivo. Pero el único combate que cabe alentar hoy es el que conduzca a la derrota definitiva de los asesinos a partir del fortalecimiento de las convicciones democráticas comunes.

Es radicalmente falso que el terrorismo sea capaz de modular a su conveniencia el comportamiento electoral. Hoy, como en 2004, los españoles votaremos en libertad y por la libertad, sea cual sea la papeleta que escojamos. El terrorismo incide en el comportamiento de la sociedad sólo cuando las formaciones democráticas se muestran divididas, se enfrentan a cuenta de ETA y discrepan abiertamente sobre la estrategia a seguir en la defensa de la democracia. Si el 11-M afectó al 14-M fue porque en las horas previas a la apertura de los colegios electorales se suscitaron desavenencias públicas y episodios de confrontación; y porque no se ofreció una respuesta cabal y unitaria al desafío terrorista. No es ese el caso esta vez. Pero resulta imprescindible que los partidos, y singularmente el PSOE y el PP, acallen las palabras insidiosas que el mismo viernes comenzaron a asomar. En el ceremonial del voto está implícita la asunción plena del resultado de las urnas como el cimiento fundamental sobre el que se sostiene el edificio democrático.

Hoy las urnas emitirán un mandato mayoritario, que no será otro que el de recordar la obligación que tienen los partidos representativos de contribuir al logro de un futuro cada día mejor para los andaluces y los españoles. Esta noche unos y otros van a tener una oportunidad excepcional de demostrar que la legislatura que se inicia no será, ni de lejos, tan crispada como la anterior. El asesinato de Isaías Carrasco emplaza a todos a que, una vez conocido el resultado electoral, hagan expreso su compromiso de situar el interés común por encima de las legítimas aspiraciones partidarias. La salud del sistema democrático depende tanto de la conducta de quien gobierne como del comportamiento de aquellos a quienes corresponda la tarea de control desde la oposición. De ambos dependerá que la sociedad y el Estado de Derecho sean capaces de responder al desafío que ETA ha vuelto a lanzar a España y poder abordar, con todas las energías, los grandes retos para la sociedad andaluza y española. Eso debe estimularnos al deber moral del voto, que los andaluces afrontamos hoy por partida doble.